" Volverán las negras moscas
con su ágil vuelo a molestar
pero aquellas que zumbaron
nuestros pabellones auditivos juveniles,
aquellas..."

El lacayo Corrientes no sabía cómo terminar el verso. Ya lo tenía.
Aquellas que venían con nosotros a ciscar,
aquellas ya no vendrán.

- Eso lo escribió ya Bécquer- le dijo su mujer.
- Es por afinar el verso- contestó él.

En realidad, lo de lacayo se lo había puesto su señora; que para el siglo era simplemente el señor Corrientes. La señora era una filósofa y se había planteado el nueve para evitar el diez. En cuestiones de "motejamiento", me refiero. Y lo de lacayo quedaba bien. Si lo miras en el diccionario podrás ver que no es para tanto; sobre todo si obviamos la segunda acepción.
El caso es que se había acostumbrado. En aquel barrio suburbial si no tenías apodo no existías en la vida civil, y en segundo lugar, era cierto que aquel mismo día se había inaugurado, repentina e inopinadamente, la temporada "mosquil".
- Sabes, Carmen, que las moscas duran sólo seis días.
- Ni idea tenía.
- Al menos eso me enseñó Don Cristóforo en la escuela
a mí.

A su mujer, Corrientes, la llamaba la picanto. Era una manera también de tener pasaporte por allí.
- Qué bueno era Don Cristóforo- seguía Corrientes.
- Y me lo dices a mí...

Y así pasaban las tardes, populares los dos.