Que te puedo decir hermano:
Que el volcán en mi cabeza
entró en dolorosa erupción.
Desecho, aún en una pieza,
entre descontrolados temblores
arde y se quema mi piel
con descuidada ligereza.


Se ha enrarecido el aire
y cada vez sea hace
más difícil respirar.
El humo a teñido de sombra
el horizonte a la mirada.
Y los rostros apenados
se han cubierto de cenizas.


Que te puedo decir hermana:
Que tengo adolorida
y seca la garganta.
Por apagar esa luz de esperanza.
Por soñar que esto podría pasar.
Por alentar la falsa confianza.


Que siento un miedo primitivo
de verme rodar bajo el mundo.
La tierra tiembla bajo mis pies,
en las cavernas de lo profundo.
Pataleo como niño asustado.
¡Siento que me hundo!


Un cuervo se ha posado
en el respaldo de mi cama,
presagiando,
de la noche eterna
su pronta llegada.


Y aquí estoy
pronto a soñar que aún vivo.
Soñar que la vida se sostiene
pendiendo de un hilo,
grotescamente conectada
a un tubo plástico,
desecho que sofoca al planeta,
bendito respiro elástico.


Como desearía hermano,
que la respiración,
con algo de suerte
se mantuviera al ritmo
mecánico de lo inerte.


Y aquí estoy
pronto a soñar que no muero.
Que despertaré uno de estos días
mirando las grietas del suelo
recostado sobre una camilla,
conectado,
con una bolsa de suero.