- Pepe Astrazéneca- se oyó a través del auricular telefónico.
Debería estar de broma aquel interlocutor: Astrazéneca dice que se llamaba. Le atendí poco, haciéndome el loco. Pero por si acaso busqué en Intenet a ver si existía como apellido.
Se ve que había puesto un pañuelo en el fono, pues al rato me llamó ya con sus credenciales verdaderas. Desde nochebuena que no nos habíamos visto. Se trataba de nuestro allegado que quería felicitarnos por el nacimiento de la niña.
- Luisa- le dije que se llamaba.
- Anda, como Luis Aguilé, pero en chica.

A tales alturas de la conversación no sabía si colgarle o no. Le hice la espera y dejé el teléfono abandonado a su suerte en la cocina.
- Quién es- preguntó mi señora.
- Uno que vende enciclopedias.
- Ahora con el Internet- se extrañó.
- En dvd, dice- improvisé.

Cuando, después de hacer un poco tiempo, regresé a la cocina, curiosamente seguía hablando alguien al aparato. Era su secretaria. Que no necesitaba contestación para desanimarla en la plática.
- Qué nombre más mono- iba diciendo.
El caso es que me reinicié a la conversación como si todo aquel tiempo hubiera estado oyendo.
Que iban a venir a conocer a la niña- en resumen decía.
- Saluda a Astrazéneca de mi parte y le dices que hasta que no se haya inoculado el apellido que no se moleste en venir a verla.
- Cómo eres desde que no bebes. Antes molabas- contestó Esperancita.