Yo soy demasiado viejo para ti, pero para que veas que te estimo, te voy a dejar que me hagas una felación.
Aquel preboste local era harto generoso.
- Sí, Don Jenífaro lo que haga falta. Sabe que es para mí un honor descargarle los cataplines.

En realidad no se llevaban tanta edad, pues podían haber hecho una pareja convencional. Pero, ya saben, los mundos separados y demás jerigonzas y obstáculos al amor. El caso era que por tener limpio el despacho y descargar cataplines, por tal juego de roles me refiero, casi que tenía ella que pagar y dar las gracias encima.
Y mientras tanto en el mundo tanto necesitado- reflexionaba el vecino de enfrente al corriente de todo lo que acontecía intramuros, como si tuviera en la mirada rayos x. Y es que no hacía falta ser adivino para saber de aquellos tejemanejes, pues desde que había entrado la última mucama, a Don Jenífaro La Cuerva se le veía mucho más juvenil.
"Polvus habemus", se decía para sí el vecino, por ser además de hambriento impenitente, aficionado al latín macarrónico. Los pechos henchidos de ella, también novedad, abogaban por aquella interpretación asimismo.
"Gatus encerradus"- se seguía diciendo. Pero ahí se quedaba el hombre. Sin embargo, lo de la descarga de cataplines era un misterio sólo al alcance de grandes observadores como era él. En qué se basaba Eusebio Moreno para elucidar tal conclusión. Era sencillo, pues tenían que tener un margen de maniobra para poder negar con convicción llegado el caso de tener que hacer alguna seria aseveración sobre el asunto. Una minucia dialéctica, bastante convencional, por lo demás, pero sólo al alcance de los grandes observadores como era él.
- Qué Don Jenífaro, se le ve exultante. No pasan por usted los años. Ha hecho un pacto con el diablo.
- Mis perrillas me cuesta- le decía Don Jenífaro, colorado de vino y jodienda, a cualquier muertodehambre que inquiriera por la situación.