Los gladiadores modernos
Jober Rocha
En la antigua Roma, los gladiadores eran individuos que peleaban con otras personas o animales, para el disfrute de los lugareños.
El historiador Suetónio, en su obra “De Vita Caesarum” (La vida de los doce Césares), menciona que durante un evento realizado en el 52 d.C. en el lago Fucino, los gladiadores habrían declarado en presencia del Emperador Claudio: “Ave Caesar, morituri te salutant (Salva, César, te saludan los que están a punto de morir).
La frase dicha en esa ocasión ante Claudio, luego pasó a formar parte de la vida cotidiana de los gladiadores, siempre que hubiera un emperador presente en el Coliseo de Roma o en el anfiteatro Flavio (un lugar construido en la ciudad de Roma para combatir a los gladiadores e inaugurado en el año 80).
Nuestros hospitales, hoy, se asemejan a verdaderos coliseos repartidos por todo el territorio nacional.
En ellos, los profesionales de la salud (médicos, enfermeras, instructores, personal de apoyo, etc.), como gladiadores modernos, también podían saludar a sus pacientes de la misma forma que los antiguos gladiadores lo hacían con sus emperadores.
En realidad, ante la gravísima situación de la pandemia del Virus Sars Cov 2 que azota a nuestro país y al mundo entero, nadie en el campo de la salud que trabaje en algún hospital, público o privado, puede considerarse exento de contraerlo de sus propios pacientes y sufrir sus terribles consecuencias que a menudo conducen rápidamente a la muerte.
Es un hecho que el contacto diario con virus y bacterias proporciona una mayor resistencia entre el personal del Área de Salud que labora en los hospitales, pero esto no siempre es una regla general.
Innumerables médicos, enfermeras y otros profesionales en el campo arriesgan diariamente su vida luchando por salvar la vida de otros del virus mortal que no elige víctima, quitando la vida a ancianos, adultos, jóvenes y niños. ¿Cuántos de ellos sucumbirán al final del camino, como verdaderos mártires de la profesión que han elegido? ¿Cuántos darán su vida para intentar salvar la vida de personas que les son totalmente desconocidas?
Mientras tanto, nuestra clase política, como emperadores en medio de sus caras cortes, vigila desde los palacios, donde los recursos públicos los mantienen en una vida nababesca, el desenvolvimiento de los hechos que victimizan a las poblaciones menos favorecidas, las que andan en el transporte precario y masificado y aquellos que no tienen las condiciones mínimas para permanecer en sus casas de cuarentena, ya que necesitan ganar hoy el dinero para alimentos.
Cuando hayamos dado a conocer los datos reales de las víctimas de la pandemia en el país, certamente, veremos lo que todos sabemos de antemano; es decir, que el mayor número de muertes se habrá producido entre las clases de ingresos menos favorecidas, no solo porque son mayoría, sino también porque no cuentan con los medios para defenderse de cualquier tipo de catástrofe, ya sea de origen natural, cataclismos, terremotos, epidemias, etc.
Nuestras autoridades, en este caso particular, históricamente no han estado preparadas. Los últimos gobiernos, que se han visto envueltos en notorios episodios de corrupción, han dejado de construir hospitales, laboratorios farmacéuticos y químicos, puestos de salud comunitarios, adquirir equipos médicos, ambulancias, etc. Los recursos para hacerlo existían, pero ciertamente terminaron en sus cuentas bancarias privadas, en paraísos fiscales.
La falta de preparación de nuestras autoridades, a la que me refiero, sin embargo, se refiere a las medidas que tendrían que enfrentar en caso de grandes calamidades, epidemias, cataclismos o trastornos sociales, que pueden ocurrir inesperadamente y para los cuales las poblaciones de las grandes ciudades no están preparadas en absoluto y indefenso. Creo, incluso, que no existen protocolos sobre cómo proceder en casos como los mencionados. Las decisiones, casi , se toman de manera improvisada cuando ocurren los eventos. La falta de medios y personal es siempre la supuesta excusa para relevar responsabilidades en un país que desperdicia dinero público en trabajos superfluos e innecesarios.
En países serios los propios gobiernos alientan a los ciudadanos a tomar cursos de supervivencia, abastecerse de alimentos, aprender a disparar con armas de fuego y a poseer armas y municiones, a defensa propia y la de sus familias en sus hogares; además de que los ciudadanos puedan contar con financiamiento a bajas tasas de interés para construir albergues independientes en el campo, donde se protegerían con sus familias en caso de conmoción social, conflicto interno, invasión extranjera, cataclismos, guerra nuclear, etc.
Estas medidas forman parte de un plan bien diseñado para movilizar a las poblaciones con miras a la supervivencia y la perpetuación de sus culturas, razas y territorios.
En mi país los gobiernos y los políticos parecen tener otros objetivos. Piensan en desarmar a las poblaciones de aquellas armas que pueden volverse en su contra por los disturbios que suelen cometer, el desvío de recursos públicos que suelen realizar, la asociación con el crimen organizado que muchas veces coinciden.
Nuestras autoridades de gobiernos anteriores estaban preocupadas, en el mejor de los casos, por la movilización industrial; es decir, adecuar la industria para que, en caso de necesidad, produzca y suministre equipo militar, pero no se preocupó de brindar cursos, simulaciones, adiestramiento y medios para la supervivencia de poblaciones humanas, en caso de una necesidad urgente como la que se presenta hoy y que tiene un potencial devastador.
Muchos países ya han cerrado sus fronteras, pero el nuestro se muestra reticente a hacerlo, sobre todo por la nueva Ley de Extranjería, que por supuestos ideológicos tiene varios factores restrictivos al cierre de fronteras a los extranjeros.
La mayoría de nuestras poblaciones urbanas de bajos ingresos, que viven en comunidades periféricas llamadas complejos (sin agua, sin saneamiento, sin transporte, sin vivienda adecuada y cerca unas de otras, ciertamente perecerían en un cataclismo de grandes proporciones que afectaría a uno o más Estados o todo el territorio nacional.
Los efectos globales de este episodio pandêmico, en la vida nacional y mundial, aún son totalmente desconocidos. Surgirá un nuevo escenario, interna y externamente, una vez que cese la amenaza. Hasta entonces, nadie sabe qué será y ni siquiera es capaz de imaginarlo.
El Coliseo ha sido transformado a lo largo de la historia, por las generaciones que lo sucedieron, en un monumento en honor a aquellos valientes gladiadores que lucharon y murieron allí, simplemente para divertir a la élite y al pueblo romano.
Que cada hospital em mi país, como todos los demás hospitales, clínicas y laboratorios de todos los rincones del planeta, se convierta, como el antiguo Coliseo Romano, en monumento vivo de aquellos valientes profesionales de la salud, verdaderos gladiadores modernos que han luchado hasta el agotamiento de sus fuerzas y que, eventualmente, sacrificarán sus preciosas vidas en el holocausto, en el implacable combate contra el terrible enemigo llamado Corona Virus o COVID-19.
Como gladiadores modernos, los profesionales de la salud de todas las naciones demuestram con valentia a los conciudadanos, ao entrar em sus hospitales y consultorios médicos, que: - Los que aun puedem morir, victimas del Covirus 19, les saludan!
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