Hace frío en la ciudad, en esta ciudad que pensaba destruir y ahora hago todo lo posible para que no se destruya tan rápido, porque existes tú. Tal vez no conseguiste descifrar las claves para detener la extinción, pero hiciste lo posible para que todo se haga lentamente, y no está tan mal, porque lentamente se empieza a comprender, se comienza a sentir y querer a ésta ciudad, que un día odié tanto.
Había un gesto de perdón en este frío matinal, como diciendo que este verano ya se nos acabó. Tampoco es tan malo despertar un otoño cerca tuyo, mientras el mundo expande su aroma de desidia hasta lo más recóndito de todos sus males. Pero no importa, aún queda los impulsos azules de tu espina dorsal. Hoy te miré, y al parecer ya no hay lugar, ningún lugar sin ti.
No importa si ya no existe la estación de radio que te alegraba las mañanas, aun cabe en tu memoria la canción que extiende tu sonrisa. Y siento que todo esto transforma, me ayuda aceptar el presente, aferrarme a ella como un tesoro porque es sabido que el cerebro solo reconoce el presente por tres segundos, después todo es pasado, después todo lo demás es desprecio, pero existes tú, existe en tu cerebro una revolución de ideas, una memoria que es solidaria y empática con el recuerdo, como una heroína para esta ciudad que un día odié tanto