Cada año el 22 de abril conmemoramos el día de la tierra gracias a los esfuerzos de promotores defensores del medio ambiente quienes en la década de los 70 concibieron como muy importante, dedicar un día a la concienciación sobre la interacción de los seres humanos con su hábitat madre, es decir con la tierra, no es sino hasta el año 2009 que la Organización Naciones Unidas adopta dicha fecha bajo una resolución, oficializándola como el Día Internacional de La Tierra.

Fijar una fecha para recordar y honrar a nuestra tierra que es nuestra casa, nuestro entorno y medio de sustento parece muy lógico y de gran significancia, aunque en realidad todos deberían ser días de la tierra, no para celebrarlos con bombos y platillos y nada más, sino para vivirlos, trabajarlos y comportarnos en función de no agredir por acción u omisión el resto de los días del año a esa noble madre.

El punto es que este único, hermoso e irrepetible globo terráqueo necesita de nosotros, no tanto como nosotros necesitamos y dependemos de ella, pero si en buena medida en cuanto a no continuar con su depredación. Nuestro nudo con la tierra es una simbiosis natural que para perdurar en el tiempo de la mejor manera, requiere que repensemos nuestra vinculación con ella. Hoy más que nunca es preciso pensar la tierra, sentirla, amarla. ¿No es eso acaso lo que hacemos con nuestra propia madre?

La tierra lo es todo no solo aquello que alcanza ver nuestros ojos al mirar por la ventana. Pensar la tierra va más allá de no lanzar desperdicios por la ventanilla del auto, o dejar de quemar al fondo del solar aquella basura que no retiró el camión el fin de semana. Pensar la tierra es pensar en nosotros, en cómo nos alimentamos, a costa de que o quienes mantenemos nuestros hábitos de vida, en como evitamos o no las emisiones de nuestros vehículos cada vez más grandes, más contaminantes, menos limpios. Lo es también asumir el cómo controlamos y manejamos cuantos desperdicios se generan de esa vorágine de consumo en que solemos envolver nuestra cotidianidad. Todo esto está vinculado de manera directa a esa devastación cada vez menos sutil hacia la tierra, que obviamente apunta a la paradójica ruina inminente de nuestro habitad.

Temas como el cambio climático, la contaminación por plástico de los océanos, las talas y quemas indiscriminadas de los bosques y selvas que el teoría deberían estar protegidos, entre otras tantas agresiones a la naturaleza, se nos han hecho un tema recurrente, tanto que lejos de alarmarnos se va como normalizando, quizá en el entendido subconsciente de que algunas personas influyentes en el mundo, lideres importantes, famosos de moda, están adelantando campañas favorables para minimizar esto, pues no, nada de esas acciones por separados podrá tener algún efecto, si cada uno de nosotros en su interior muy profundo y sincero no hace un cambio y crea su propia conciencia sobre nuestra única e inigualable tierra.

Algo si debemos tener muy claro y presente, la tierra fue antes que nosotros y por ende, ella tiene preferencia, tanto así que podría seguir su curso perfectamente y quizá hasta mejor sin nosotros, pero nosotros si ella, no somos nada.

Francisco Suárez
@Francho107