Caras


El lucía una cara indefinida del tipo: "cómo me pude casar con ella", pues realmente no encajaba en sus cánones de belleza. Ella, en tanto, tenía ese gesto de "como fui capaz de enredarme con él", pero acentuado con un ceño cargado de orgullo e incluso de desdén permanente hacia su pareja. Coronaba el lazo una joven que estaba signada con el sello de dos mundos. Ciertamente tenía la belleza de el, pero heredó un menosprecio permanente hacia el resto o mejor aún, un horrible sentimiento de pena del tipo "¿porqué estoy aquí?", propio de su progenitora.
Asi caminaban los tres, poco dispuestos a atender estas marcas que dejaban tras de ellos. Aparentemente certeros respecto de si mismos, pero de ninguna manera justificados.