Nunca entendí por qué se pedía por el descanso del alma de los difuntos. Para mí, cuando alguien muere su alma se transforma, quizá eso sea el paraíso. ¿Cómo podría extinguirse el alma? Se va a ocupar otro cuerpo, a dar otra chispa, otra vida, otro resuello, otro llanto.
Me he dado cuenta con el tiempo de que no se llora por aquellos que partieron, nos entristecernos por nosotros mismos, los que nos quedamos sin el otro. Mis dos personas ausentes partieron mientras dormían, no por eso dejé de sentir mis culpas. Culpas, por no entender por qué suceden las cosas de cierta manera y no de otra, por qué no hay tiempo que alcance para despedirse o, simplemente, por qué no hay una despedida. Y, sufro por mí.
Entonces entiendo (a ratos), que no debo sufrir por los que ya no están. Es cierto lo que dicen, que los encontraré en mis memorias, los honraré, enalteceré su recuerdo cada vez que llegue a mi mente, me sentiré en paz. Lloraré cuando tenga que llorar, y no temeré a la muerte, que no es un final sino un ciclo. Lloraré, tal vez llore por mí, por mi dolor, por la rebeldía del olvido en mi razonamiento, porque a veces me sienta sola, por mi egoísmo.
No se aprende a vivir sin el otro, se sigue viviendo, y ya. |