No precisas escucharme, ya me escucho yo,
hay en mis palabras, ecos de muchas voces,
de las mías, de las tuyas, de todas las voces,
una respuesta enclaustrada que se despierta,
la metonímica retórica de un sentimiento latente
atrapado en un tiempo pasado de eterna vuelta.

No precisas hablarme, tu silencio me dice más,
hay un subterráneo discurso que me habla por ti,
que me clarividencia tus pensamientos nonatos,
ese mantra polifacético que revelado por tus ojos,
ecoa a través del tiempo con silente voz avizora,
anómalo diálogo omnipresente, sentencia sin voz.

He oído en tus palabras no pronunciadas la voz,
esa expresión que despierta a todas las demás,
el grito apagado que traduce nuestro mutuo sentir
una fértil mina de vetustas emociones a la carta
que nos trae de vuelta a otros estados anteriores.

He leído en tus letras el más cálido amor ágrafo,
ese sentimiento que sólo tú y yo comprendemos,
un discurso entre los tres tiempos acomodado:
un pasado que nos recuerda todo lo ya vivido,
un presente que se habituó a vivir acompañado,
futuro que es más que suma de todo los tiempos.