"El bloqueo sostenido de los receptores dopaminérgicos es compatible con un cuadro de abulia y apatía abonando lo que se ha llamado síntomas defectuales de la enfermedad..."
Y así se lo hice saber en la barra del bar. Lo que pasa es que no se enteró muy bien- por las mascarillas.
Y es que no hay mejor foro que una buena barra para cantarle las cuarenta a un sujeto como aquel. Ni que decir tiene que en las barras de bar también se puede beber gaseosa, que no son sinónimas de psicoactivos, y otras sustancias inofensivas como la menta-poleo, los zumos, y batidos de la más diversa condición.
- Ya era hora- me contestó- que entre tú y yo surgiera una conversación real.
También me explayé sobre el papel de la genética en el sentimiento religioso. Ahí ya le zaherí. El caso es que me quedé solo en el establecimiento. Que hasta el camarero me temía, y andaba disimuladamente al otro extremo de la barra, haciendo como que secaba vasos con un paño.
Muchos cuando me ven se hacen lo despistados. Hostia el Reverte- casi les adivino los pensamientos-, y, sólo cuando no tienen más remedio, no me niegan como dicen que hizo Pedro con Jesús.
Eso sí, cuando los horcajo contra la barra de la cafetería o en un sitio cerrado donde no tienen fácil escapatoria, me pongo pedante- pero a propósito- y no tienen más remedio que asentir y callar o poner los pies en polvorosa. Esto lo hago sólo con los bichos, que no siempre hay que disparar metralla dialéctica.
Hasta que coincido con el Perico. Que entonces es al revés. A ver cómo te escamoteas de él. Dicen que quien a hierro mata... Y es verdad. Se le da lo mismo lo de los receptores dopaminérgicos o lo del papel de la genética en la religión, que siempre te lleva a su terreno. Este- el Perico, me refiero, empieza con la gesticulación. Cada cual tiene su especialidad. Una vez le dije que el exceso de actividad muscular es compatible con un cuadro de exacerbación mental , pero el tío ni se inmutó.
El resto del tiempo lo paso dando vueltas por los jardines de la institución, respirando aire puro, hasta que llega la hora de la medicación, y, sobre todo, procurando, del Perico, escamotear.
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