El avión la dejó en la sección 1 de ese aeropuerto del Norte. No habían dado las siete de la mañana; Notó con aprobación las bandejitas de comida con sus cubiertos plásticos, sus vasitos y sus ensaladas, la buena calidad del papel higiénico, las dimensiones de los asientos de los que viajaban en primera clase. La extensa manga que Comunicaba el avión con él Aeropuerto. Los carros motorizados, minúsculos hombres portando maletas. Apuró el paso. En la fila para policía internacional Reflexionó; Finalmente presentaré el pasaporte, me preguntaran un par de cosas para, por fin, darme el permiso de estadía. En esos pensamientos estaba. Cuando se oyó respondiendo que viajaba para saltarse el invierno de su país, que andaba con 13 dólares en el bolsillo y que no traía joyas (a pesar de ser joyera) porque estaba en un período minimalista de su vida. El oficial le pidió que la acompañara. El reloj marcaba las 7:15 de la mañana, revisó su bolso de mano y su abrigo. Miró al frente. Oyó como una mujer era interrogada, Se miró las manos entumidas. Pasaron 10 minutos, quizá un poco más. Pensó en la entristecida cara de la mujer: Le pareció la de alguien, que de súbito tiene la certeza de su muerte. En la habitación habían 5 enormes oficiales de inmigración . Le rogaron, esperara sentada. Miro nuevamente a la mujer. Enderezó su espalda, levantó la vista; otro oficial le hizo el gesto para que se acercara.
La interrogaron por espacio de 20 minutos. Se le indicó que permaneciera en una oficina contigua. Dos por tres metros, un computador en el centro, dos sillas, alfombra gris, la única ventana daba al pasillo, cuatro focos empotrados en el cielo raso, resultaban en una luz extraña. Dos horas mas tarde un oficial le tomo, por fin, la declaración. A la vez que se limpiaba los entintados dedos de la mano; Pensó que todavía existía la posibilidad, que llamaría a su madre, porque debía esperar... esto pasaría y no había nunca ocurrido
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