EL EXPÓSITO
Suerte te de Dios, que lo demás vale madre
Anónimo
Soy güero, de ojos claros, de bebé era según el ángel de mujer (qepd) que me crió muy hermoso. Pero, recién nacido fue expósito, abandonado en la puerta de una iglesia, nunca he sabido quienes fueron mis padres biológicos.
Me recogieron, una pareja de mediana edad, él, un político famoso, transa a más no poder, masón por conveniencia y en realidad ateo, ella, pilar de la iglesia (por eso terminé en su casa), decían, por su edad, que yo era su sobrino nieto. Fui a los mejores centros de estudios, en inglés desde luego, donde iban los hijos de los diplomáticos acreditados en el país. De adolescente me llevaba al instituto un chofer. Aclaro que en la casa había guardias de seguridad. De repente, sin decir “agua va”, el político se deshizo de sus propiedades y en secreto nos fuimos a vivir al RU, (parece que quedó de presidente de la república un personaje de la oposición).
En el nuevo país estudié en una universidad de prestigio donde terminé la carrera de filósofo, pero mis padres adoptivos, por le frio que hace, poco después de que salí de la universidad, se fueron a la dimensión desconocida, primero ella y al poco tiempo después el político retirado. Las cenizas de ambos los traje a mi país. Están en el columbario de una iglesia muy famosa de la capital.
Así, quedé soltero, riquísimo, pero con el buen sentido que me enseñó el político: pasar desapercibido y no mostrar la riqueza. Compré una casa no ostentosa en una colonia elegante. Sin embargo, el diablo siempre mete el rabo, encontré de casualidad al “guarura” que me había servido de chofer y que me llevaba a la escuela. Yo me hice
disimulado.
—Ese joven es el hijo de mi antiguo jefe —les dijo a sus compinches el ex guarura y ahora encargado de la plaza—, vamos a secuestrarlo y pedirle una buena lana.
Los sicarios encargados fueron a la dirección que le habían dado, vieron dos casas iguales, pero en una con un carro modesto y la otra adornada con dos carros último modelo y de marca, lógicamente pensaron que era la casa donde vivía el sujeto. Lo esperaron y al salir un joven lo levantaron.
—¡Cómo que se les paso la mano y se les murió!
—Es que se puso necio y no soltaba prenda.
—¡Pendejos! Éste no es —dijo el jefe al ver su foto en el celular.
Lástima de mi vecino, era fanfarrón y presumido, todo lo tenía a crédito. Estoy con un nombre anglosajón, en un país del norte de Europa, con un frio terrible y un idioma diabólico. Estoy arrejuntado con una bella damisela del lugar. Claro, que nos cuesta trabajo comunicarnos, pero, por fortuna en la cama nos va de maravilla.
|