En el absoluto silencio de la noche, vacío y soledad. El terror, oculto entre las sombras, aguarda sigiloso a que yo cierre los ojos, me descuide, abandone la energía vital de la vida y me duerma. Quiere entrar en mi reposo. Él asalta mis sueños, me arrastra a un submundo cuajado de mil pesadillas que me llenan de aflicción, en vano intento escapar. El terror quiere matarme, sumergirme en el abismo de la angustia y de un golpe, apagar mi corazón.
Despierto. No hay resguardos. Mi cuerpo está agotado de la lucha que mantuvo.
Camino cual sobreviviente que, arañando, logró emerger del pozo más oscuro. Entro a la luz del día, estoy a salvo, pero me siento tan cansada y desdichada. La luz, ¿Cómo retener el día y su luz? No quiero que la noche devore mi energía; pero es inevitable, el día avanza, se va. La noche llega. Tengo miedo.
Una mano invisible estrangula mi garganta, aferro mi rostro a la almohada. No quiero morir. Mi voz interior susurra y me repite: No duermas, no duermas, no duermas.
M.D
Nota: Este Texto está inspirado en la Somnifobia, padecimiento consistente en un miedo irracional a dormir pues el sujeto lo asocia con la muerte. |