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Entró en el mundo entonces una epidemia de falta de imaginación. Era todo al revés de cuando la creación. Aquella pequeña dosis de ánima humana, ubicada en un recóndito lugar del cerebro y que había determinado la evolución humana estaba revirtiendo. Un error; ya digo: dotar de imaginación a un elemento más de la fauna. No sé, algunas paperas mal llevadas: uno no es biólogo; pero algo tuvo que encender aquella luz en el primate y no en el resto de la fauna. Lo que fuera, iba desapareciendo paulatinamente de muchos animales de aquella especie. A ello, qué duda cabía, estaba contribuyendo la televisión. El proceso de involución estaba servido. En adelante, si se quería preservar, sería a través de sociedades secretas. Una nueva secta era la garante de que el homo sapiens siguiera siéndolo. Pues había ya poca gente que fuera capaz de seguir el itinerario completo de una idea. Todo se acotaba. Empezaron los tiempos de lo hiperbreve. Fue por entonces que conocí a Elisa. Vagaba adocenado por aquel tiempo. Al principio pensé que se trataba de otro método más de alienar al personal, pero los ojos de Elisa irradiaban la luz de lo verdadero. Un día, cuando me consideraron preparado, me dijeron que ya podía conocer a dios y me sorprendí bastante cuando vi allí en persona a aquel presentador del telediario.
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Texto agregado el 06-04-2021, y leído por 70
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