LA ACTRIZ
Tres cosas caracterizan a mi pueblo en el estado de Puebla: su magnífico clima, siempre templado tanto en invierno como en verano, su religiosidad, el señor Cura (con mayúscula), es la persona más importante y, por último, la cultura.
Hay un club teatral donde la gente representa dramas, comedias, sainetes, en fin, toda la gama de espectáculos. Mi prima Lupita era la primera actriz.
El pueblo se hizo famoso en los periódicos, pero no, por su actividad teatral, sino, por un drama policiaco, en un robo en la parte posterior de la sacristía, fueron abatidos a balazos el señor cura y el sacristán. Como siempre, la autoridad dijo que investigaría el caso hasta las últimas consecuencias, pero ha pasado el tiempo y sigue el caso en el misterio.
Mi prima Lupita en su lecho de agonía me mandó llamar: “no quiero llevarme a la tumba mi secreto, me dijo, has de saber que el cabrón Cura y su sacristán (mi marido), a las jovencitas antes de casarse les decían: «antes de tener relaciones con tu próximo marido, debes pertenecer a Dios, y el par de hijos de la ch… se las follaban», todo se sabe en un pueblo y me dio mucho coraje, pero, me dije que emplear el veneno que se supone es de mujeres no valía la pena, así que en la sacristía mientras festejaban una de sus hazañas, les di de balazos, qué bonito sentí cuando vi la cara de sorpresa que pusieron el par de cabrones”.
“Pero, todos creímos que fue por un robo frustrado”, le comenté.
“Claro, dijo con un asomo de sonrisa, fue mi mejor actuación como actriz consagrada”.
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