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Inicio / Cuenteros Locales / Heraclitus / EL LADO OSCURO DE LAS FAMILIAS

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Hola amigos
Tengo mi consultorio médico, en una hermosa ciudad del centro de México, muy católica, incluso fue un importante centro cristero en el siglo pasado, y aun, lo sigue siendo, enseñoreada por una estatua enorme de Cristo Rey.
Creo que en el consultorio de un médico que se respeta, por lo tanto, descreído, se saben más chismes que en los confesionarios de las iglesias. Con la ventaja de que uno como facultativo guarda el secreto y se nos olvida pronto.
Hay clases sociales bien diferenciadas, la alta sociedad es adalid de la iglesia, a esta clase pertenece mi tía Socorrito, hermosa dama viuda, aunque hace tiempo pasó de la tercera edad, perteneciente a la sociedad Pía de la iglesia del Perpetuo Socorro, adinerada, sin hijos y que ha coleccionado tres maridos, que la han dejado inmensamente rica. Sus sobrinos, entre ellos yo, la barbeamos, más que nada por su cariño, ¡no sean mal pensados!, el dinero (que tanta falta hace) viene después.
Como matasanos de provincia, en mi consultorio, atiendo de gorra: familiares, güilas y otros gorrones. Un pariente muy lejano me contó un chisme picante de Socorrito:
—Ella, de joven era una apetecible doncella y yo andaba tras ella, pero se casó. El marido era ya viejo, un sabio, rector de la universidad y escandalosamente rico. Él en una plática de cantina se quejó conmigo, de su mujercita, tan modosita que parecía, pero en los arrumacos en el lecho nupcial era un volcán, en el orgasmo no gritaba, sino que “rebuznaba” con entusiasmo y se movía de tal manera que yo terminaba en el suelo. Al poco tiempo el viejo “estiró los tenis”.
Se quedó un rato callado y yo no me atreví distraerlo, hasta que lleno de curiosidad le pregunté por los otros dos maridos.
—Igual que el primero, al poco tiempo del casorio, felparon, y los tres me imagino que deben estar en el infierno, pues todos los ricos, ahí es donde tienen su reservado.

Lo único que sabe hacer el tiempo es pasar, mucho después le pregunté a mi tía, la causa del deceso de sus maridos. Ella tranquila, como si no fuera importante me dijo:
—Hice lo que mi mamá hizo con tu abuelo, que era muy latoso, le dio un tecito, se quedó dormido, tieso y se fue a la dimensión desconocida. Como ninguno de mis tres maridos, valía la pena, excepto por su dinero, les di el tecito, y santo remedio. Te pasaré la receta, por si en tu profesión lo necesitas.

A mi numerosa clientela, les aviso, que por un módico estipendio les daré un frasquito con el brebaje, cuando lo necesiten. Desde luego, no les diré que es, pues es un secreto profesional.

Texto agregado el 03-04-2021, y leído por 107 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
03-04-2021 Justo hace un rato recordé a La envenadora Yiya, famosa en la Argentina. El tecito se lo praguntaré a ella que tiene más experiencia, jajaja... MujerDiosa
 
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