En los días antes del Covid, iba al trabajo y regresaba a casa muy tarde. Mi vida estaba en la calle y en una oficina. Eran bellos momentos que añoro volver a vivir.
En los días del Covid (con las cuarentenas incluidas), se decidió el teletrabajo. Cuando escuché eso me pareció una estupenda idea: trabajar desde casa. Pero la realidad fue terrible...
Un día, dos días, tres días duró esa fantasía. En el cuarto día comenzó una tortura que hasta ahora no termina.
Sucede que al costado de mi casa viven dos familias. Mis vecinos decidieron que vivieran en su casa la familia de su hijo (esposa e hijo). El niño había nacido pocas semanas antes de la pandemia. Y aquel día, en la noche, se escuchó el llanto del bebé. Fue horrible despertarse en la madrugada. Pensé que podía soportar dicho lloriqueo. Pero las cosas no eran tan sencillas como parecía.
El teletrabajo lo realizaba en las mañanas, y casi todos los días, mañana, tarde y noche, el llanto del niño era pan de cada día. En las reuniones por zoom, el llanto; cuando leo un libro, el llanto; cunado veo las noticias, el llanto. Era horrible (y lo sigue siendo).
Aún no me acostumbro a esta situación, pero lo que sí estoy seguro es que cómo voy a celebrar cuando toda esta pesadilla de la pandemia termine y vuelva a trabajar de manera presencial.
¿Cuánto durará? ¿2021, 2022, 2023, 2024?
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