Película dirigida y escrita por Benjamín Ávila en 2012, nos narra la historia de una familia de combatientes montoneros que vuelven del exilio durante la dictadura Argentina (1979), en particular nos cuenta la historia desde el punto de vista de Juan–Ernesto, el chico de la familia quien debe enfrentar el intentar adaptarse a un mundo que rechaza mientras se enamora y ve desintegrarse a su familia. La película está muy bien realizada con toques de comics y una muy buena música, además de un guion meticuloso que nos va adentrando poco a poco en el mundo desde niño que se atreve a soñar aun cuando soñar en su caso sea tan costoso.
Realmente es una película que terminas de ver un poco con nervios, un poco con emoción, un poco con tristeza y un poco con esperanza. La dictadura destruyo las vidas de cientos de personas a lo largo del territorio nacional y en especial fue cruel con los niños quienes muchas veces no solo perdieron a sus padres sino también su identidad y ver como los sueños de este chico se le escapan de las manos como agua de grifo es algo que te rompe y te hace pensar.

¿Qué somos? ¿Qué tanto daño podemos hacer? ¿Dónde están? ¿Qué les paso?¿ Porque nos hacemos estas cosas? Y la verdad es que no tengo respuesta a ninguna de estas interrogantes, esta película me recordó al estar hace algunos años en el centro de la memoria “Ana Frank” de Buenos Aires hablando con otros jóvenes sobre la forma analógica en que se despreció la vida durante el Holocausto y la dictadura (y en otros procesos como la guerra en Colombia) y duele ver que seguimos haciéndolo aun en día.

Nos justificamos tan fácil, pero esto nunca tendrá justificación.