Siempre presos a la más falaz libertad,
vivimos nuestra eficaz mentira consentida,
nos atrevemos a ponerle varios nombres:
la felicidad, el libre arbitrio o enajenación
necesario optimismo para seguir en frente;

En la fantasía recreada por ajenas voces,
en la más serena obediencia a un dogma,
en la ilusoria rebeldía que nos enorgullece
en la sumisa respuesta que nos adormece
en la selectividad razón que nos consuela.

Pero yo,

Necesito una ficción en la que poder creer,
una narrativa propia que me dé el sosiego,
una prometedora verdad que me aliente,
me dicte los trazos de mi divinizado retrato
en qué yo me encuentre con mi propia creación.

No quiero la respuesta antes que la pregunta
yo necesito el miedo que alimente mi mito,
un tótem votivo que solo yo pueda adorar,
un pecado sin más penitencia que la vida,
una mítica verdad que aliente mi sueño.