Ella, siempre tuvo la certeza que cada cual tiene su lado claro y su lado oscuro, eso era inevitable. Creía que de dos posiciones contrarias surge un cambio. Hasta el momento solo se había visto por el lado claro del espejo y no por el lado oscuro. Tarde o temprano develaría el misterio, aunque hay misterios que jamás se develan. La verdad, no se sentía cómoda con su cara ni con su alma. Había en ella como una fuerza repulsiva hacia si misma. Muchas veces se sentía monstruosa; cuando esto le sucedía, se decía así misma: "Así como hoy me siento fea, diabólica y asesina, más temprano que tarde, me veré hermosa, angelical y dejaré de ser victimaria, a nadie haré daño, ni me harán daño.
Estaba segura que el lado claro de su alma iluminará su lado oscuro y esa mezcla de luz y oscuridad le dará la calma que necesitaba. Se acordó que toda moneda tiene cara o cruz, que el amor y el odio son opuestos y que de lo frío puede surgir lo cálido y de lo cálido lo frío. Sin más preámbulos ni explicaciones se miró por el lado oscuro; el espejo, esta vez fue más generoso que cuando se miraba por el lado claro, pues la reflejó más monstruosa de lo que era. De inmediato quebró el espejo, pero siguió reflejándose en los pedazos. Con sumo cuidado recogió los pedazos para no cortarse. Enseguida los echó en una bolsa negra y los tiró en un fosa que ella misma cavó en el patio de su casa. Después de rellenar el hueco, apisonó fuerte la tierra con un palo bien grueso. Al terminar se bañó, en el piso del baño se represó el agua, pues el desagüe estaba lleno de pelos. El agua se fue endureciendo hasta convertirse en hielo. Desde ese día prefiere verse en el agua y no en el espejo, al menos ahí sabe que si se ve fea, será solo por un instante, porque el agua del río cambia cada segundo. Ella no contaba que mientras el agua se renovaba, la mostraría más diabólica y monstruosa de lo que era.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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