Hoy la cordillera está llena de esplendor. El sol asoma por el oriente y hay un destello dorado detrás de las rocas. El cóndor está cansado. Hace poco que cumplió cincuenta años, una edad precisa y emblemática en la que debe entregarse a morir y descansar.
El amanecer lo encuentra parado en la oquedad de un abrupto peñasco.
Los rayos de tornasol de la luz natural bañan el color rojizo de su cuello y la brisa que sopla desde el sur mueve las plumas de las alas que están pegadas al cuerpo tieso y espigado. Él permanece enhiesto, desafiando el rigor natural y las eternas inclemencias del tiempo. Toda su vida estuvo allí, en la saliente y no va a cambiar precisamente ahora, en que se ha vuelto viejo junto a su soledad.
Cuando era joven le gustaba con locura volar a escasa altura, buscando alimento para sus pichones. Y no le importaban ni los riesgos del cambio de los vientos ni las balas de los cazadores sin escrúpulos que frecuentaban el lugar. Cuando era joven extendía casi al máximo sus alas delante de la hembra, la rodeaba volando en la danza nupcial y acariciaba el pico y la cabeza de su enamorada hasta llegar al éxtasis final.
Hoy sus pichones son cóndores como él y todos se han ido muy lejos.
Por ellos soportó muchos días (y a veces hasta semanas) de ayuno, por ellos se arriesgó a pisar el suelo para conseguir comida sabiendo que le iba a costar mucho ganar altura y por ellos surcó el largo trecho de la incertidumbre hasta levantar vuelo hacia el cielo azul de la seguridad.
Hoy ya casi ni recuerda cuantos hijos tuvo, ni tampoco sabe donde están.
La naturaleza siguió su camino, los seres humanos modificaron las montañas con autopistas y con puentes y todo el paisaje que le rodeaba comenzó, de pronto, a cambiar. Ahora está bastante cansado. Muchas veces siente que su cuerpo ya no le responde como antes, en especial cuando se quiere elevar.
Sin embargo, mira el horizonte con la mirada precisa y legendaria, nota que el sol, con sabiduría, se asoma por entre los cerros y que hay un destello dorado detrás de las rocas.
Entonces, con las alas viejas y cansadas, se larga a volar.
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