Erase un cerdito bien obediente. Comía todo lo que le daban, obedecía todo lo que le ordenaban. así estuviera mal dada la orden obedecía de inmediato. Tenía un coeficiente muy bajo, en comparación con los demás cerditos estaba en desventaja y, eso que lo alimentaban con el mejor concentrado para cerditos. Su dueño era un viejito muy maldito, en lugar de dejarlo en libertad para que anduviera por donde quisiera; le compró un collar para cerditos y lo lleva y lo trae por donde él quiere, así el cerdito tire para la marranera lo lleva por los peores caminos. El cerdito está bien aburrido, la tristeza se refleja en su cara, cara de cerdito, cachetes de marrano gordo, muy apropiado para una fiesta decembrina. El cerdito cada día está muy gordo. Un buen día para la republiqueta de Polombia, el cerdito se perdió porque no conocía bien los caminos de su patria y un matarife lo agarró y de inmediato lo degolló, luego lo chamuscó y lo colgó de uno de los garfios de su tercena. Lo curioso fue que nadie llegó a la tercena a comprar una libra siquiera de lomo, menos las orejas, la geta y las pezuñas. El cerdito empezó a llenarse de gusanos y el matarife tuvo que enterrarlo en el basurero porque olía a diablo podrido. Si no lo entierra pronto salud pública le hubiera cerrado el negocio. Desde ese día en Polombia se respiró aire puro. El matarife sigue sacrificando marranos, muchos marranos van dóciles al matadero.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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