Tú, hermosa mía que lograste mi alma.
Tú, flor escondida entre las piedras grises.
Tú, que puedes quitarme el aliento cuando quieres.
Tú y solo tu, que me sacaste de ese letargo intenso.
Tú, que volviste a dejarme otra vez en ese lugar.
Yo, esquivando tu corazón ávido de amor.
Yo, dejándome atrapar por esa tela de arañas de deseo.
Yo, volviéndome loco cuando te fuiste una tarde gris.
Nosotros, amantes solitarios en un mundo lleno de mezquindad.
Nosotros, dejando caer al suelo nuestro ego.
Nosotros, destruyendo nuestros corazones sin sentido alguno.
Ellos, aprovechado el momento de inestabilidad.
Ellos, abusando de mi confianza y de mi honestidad.
Ellos, edulzandote como Sarracenia para devorarte sin piedad.
Todos, atrapados en un sin fin de locura aberrante.
Todos, matando esperanzas, matando al puto amor. |