Muere aplastado el poeta
por su realidad íntima
que a diario lo atormenta.
Sueños oscuros de terror
de su personal tormenta.


Muere hastiado el poeta
por la tediosa rutina.
Forzado a girar torcido
como pequeño engrane
de la estúpida máquina.


Muere enajenado el poeta,
masticando trigo desnudo,
saltando en los campos dorados,
con la mirada perdida
y los versos extraviados.


Muere destrozado el poeta
juntando los trozos
de sueños idiotas,
componiendo versos
desde varias hojas rotas.


Muere dudoso el poeta
con la duda que no acaba.
Con la voz enmudecida,
borrando con el codo
y la mano entumecida.


Muere en el silencio el poeta
con una hoja en blanco,
con la garganta agrietada,
de poemas que no terminan
e historias no contadas.


Muere ignorado el poeta
tragando penas y sombras.
Perdido en el anonimato.
Sepultado en malas letras
y sensaciones de arrebato.