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Llegué al vacunatorio muerta de miedo.
La gente, todos del grupo correspondiente a mi edad, esperaban separados por unos dos metros de distancia.
Delante de mí se encontraba un señor de apariencia normal, aunque con el correr de los minutos mostró un comportamiento algo extraño.
Giró para preguntarme:

-¿Cuántas muelas del juicio te quedan?
-No sé….Creo que solo una.
-Lo sabía – dijo con cara de satisfacción.

Sentí una mezcla de confusión y asombro.
No me di cuenta en ese momento, pero mi temor comenzaba a disiparse.

-Yo, en cambio, tengo las cinco. Mi dentista dice que son solo cuatro pero yo sé que le provoca envidia que yo tenga una más que él.

Avanzamos un poco. Había como treinta personas delante de nosotros.
Me pregunté cuál sería su patología. Por su apariencia nada podía sospecharse.
Giró nuevamente para convidarme un caramelo.

-Tengo tres, así que si te doy uno me quedan seis – me dijo con sonrisa pícara.

Se lo acepté mientras liberaba mi carcajada.
Casi me ahogo con el caramelo en la boca al no poder evitar seguir riéndome.

Al rato, una mujer llegó y lo tomó de la mano. También le agradeció haber hecho la fila por ella.
Era su esposa. Advertí que con ella no decía ninguna frase extraña. Parecía otro hombre.
Se despidió diciéndole:
-Te espero en el auto.
Y a usted, me alegra verla mucho mejor – me dijo muy amable.

Cuando ya se había alejado, su esposa giró para decirme:

-Espero que lo disculpe. Seguro que la trató con un poco de su terapia.
Lee el semblante de las personas. Percibe si alguien tiene miedo o angustia y desarrolla un papel algo desopilante con el que logra distraer a las personas.
Suele ser bastante efectivo.
Espero no la haya incomodado – me dijo con dulzura.

Me quedé perpleja.


¡Ramírez! Su turno – gritó la enfermera desde la entrada de la enfermería.
Antes de avanzar, contesté a la mujer:
-Sí que me ayudó. Apenas recuerdo por qué llegué angustiada.
Dígale que es un ángel.

-Con mucho gusto – contestó su mujer emocionada.

Ya adentro de la sala:

-Puede relajarse. Esto no va a doler – me dijo algo nerviosa.

Se veía muy jovencita. Insegura.

-¿Cuántas muelas del juicio le quedan? – pregunté a la joven que sostenía la jeringa ya vacía.
-No sé. Creo que ninguna – dijo sorprendida.
- Lo sabía. Yo tengo seis. Mi terapeuta dice que es por mi alterego, pero yo sé que me envidia porque tiene dentadura postiza.
-Jajajajaja – rió estruendósamente.

La observé con deleite mientras reía.
Acababa de descubrir una nueva herramienta.

Al salir, el día lucía como al llegar, pero se sentía muy diferente.
Me sentí feliz.

Mientras caminaba alcé mi vista al cielo y solo dije:

-Gracias.


.


.


Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 14/3/2021.


Texto agregado el 14-03-2021, y leído por 217 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
15-03-2021 Que bella historia amigo. Por supuesto tomó nota y Aplícare la técnica en mi entorno. Cinco aullidos sin colmillos Steve
14-03-2021 El buen humor,el humor en general, es el arma que debemos empuñar todos en este momento.pensaré cómo empezar a hablar con los estressados Yvette27
14-03-2021 ¡ Qué gracia! Se agradece tan buen humor. Hipsipila
14-03-2021 Me encantó. Creo que voy a empezar a preguntarle a la gente cuántas muelas de juicio le quedan. Yo también me reí con lo de los caramelos. IGnus
14-03-2021 —También reí con el contenido y fondo del cuento, y la verdad es que me siento mucho mejor que antes de leerlo. —Un abrazo. vicenterreramarquez
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