Sólo en el extranjero uno sabe lo que representa ser de donde eres. Por lo que llegué a conclusiones sobre lo que era y lo que no el ser mesetario del sur. El ser mesetario del sur era un individuo ávido de tocino, aceite de oliva y vino- como decía la jota. Y de mujeres- caso particularmente mío. De difícil platonismo, andaba de aquí para allá siguiendo los dictados hormonales propios de la edad y, creo también, de las circunstancias espaciales donde uno había tenido aposento hasta aquel momento. En base a ello, hacía un análisis rápido utilitarista sobre la cuestión, y Sophie Roche, a tal merced, no cabía en "planes". A falta de tocino, comía ancas de ranas y caracoles. A falta de aceite de oliva, me había acostumbrado a la mantequilla. Y a falta de tintorro valdepeñero, me había sumado al "pastis". El pastis era un anisete marsellés que se había convertido en santo y seña del colocón francés. Respecto de la mujer, hasta bastante tiempo después, tuve que prescindir. No en el ideario como tal me refiero, sino en su presencia material. Y así, mientras Marco Boni se había convertido en el "pagafantas" oficial de mademoiselle Roche, uno se apostaba en las esquinas de las barras esperando el día libre de las "aupair" españolas que proliferaban como setas por aquella capital, con desigual suerte y fortuna, como se habrá de decir.
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