Iba caminando por la calle cuando un automóvil que retrocedía me alcanzó y estuvo a punto de atropellarme. Pero logré saltar con agilidad y agarrarme a la carrocería y en un momento en que el vehículo se detuvo salté sobre la parte trasera.
En ese momento, comenzó un viaje absolutamente inesperado que ni siquiera imaginaba hasta donde podría llevarme.
Inicialmente, pensaba que la camioneta se detendría en el primer semáforo que tenía a la vista, pero se dio el caso que ese y los siguientes, estaban perfectamente sincronizados de tal manera que continué mi trayecto más allá de lo esperado.
Tras la línea de semáforos comenzaba la carretera por lo que inmediatamente intuí que mi periplo se extendería mucho más allá de las puertas de mi ciudad.
Al principio iba muy alerta esperando el momento oportuno para dar el pequeño brinco que me permitiera apearme de este móvil convertido en un medio de transporte.
Pero, me dije que después de todo tenía mucha suerte pues si no me hubiera dado cuenta de que estaba a punto de ser atropellado, en estos momentos estaría tirado sobre el piso y el conductos estaría dando explicaciones a la policía.
Mi salto, ciertamente me salvo de una muerte probable y me lanzó hacia otro destino que ni siquiera podía sospechar.
En varias ocasiones traté de hacer contacto con el conductor, pero al parecer iba muy concentrado en manejar que ni siquiera movía la cabeza. En algún momento pensé que se trataba de un robot, una máquina, un androide o alguna máquina, en este caso manejando otra máquina o más precisamente era parte de la única máquina que era este automóvil que se trasladaba a alta velocidad por esta carretera, rumbo a quien sabe que sitio.
Lejos de sentir ansiedad o temor, me embargaba un sentimiento de paz y sosiego que desde hace mucho no conocía ni disfrutaba.
El viento, pegando directamente en mi cara me generaba ciertamente placer. Mi cabello cabalgata furiosamente sobre mi cabeza y mi ropa se agitaba con fuerza. Con suerte pude encontrar un jockey de mi equipo de fútbol favorito en un baúl justo a un costado de donde estaba y me lo puse.
Dentro de este recipiente encontré inesperadamente barras de cereal y abundantes botellas de agua, lo que me aseguraba una nutrición básica y líquido por varios días, según pude calcular.
En el sitio donde iba había una colchoneta y un saco de dormir. Pero esa y las próximas noches serían temperadas por lo que no debía temer a la intemperie.
Cada momento tenía sus particularidades, pero razoné que en la medida que me acostumbrase a esta nueva realidad podría encontrar las soluciones a los problemas o desafíos que el viaje me deparara.
Intuí que el trayecto sería largo por lo que me acurruqué lo mejor posible y traté de dormir. De repente pensé que tenía hambre y me sorprendió confirmar como alguien pudiera sentir la necesidad de comer en una situación extrema como esta. Pero, me dije. los procesos fisiológicos son de tal laya que uno no los puede controlar como tampoco uno es capaz de incidir sobre lo que pasa en su entorno. Al final uno es una isla, una pequeña conciencia en una inmensidad incognoscible. De repente, no supe cómo estaba durmiendo y soñando que un vehículo me atropellaba y caía bajos sus pesadas ruedas.
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