*Me persigue un Ángel*
Lo noté días después de la muerte de mi viejo. Estaba en mi puesto callejero de la feria dominical como todos los fines de semana, pero este era denso, lúgubre y desorientado. Mi espíritu leguleyo de emprendedor estaba opacado, pero necesitaba estar fuera del radar de mis íntimos para perder la mirada en la nada. Solo veía pasar la gente por la senda y no identificada posibles clientes, despertaba de ese letargo cuando alguna figura se detenía un largo rato frente a mi puesto, pero no arrancaba, miraban y no preguntaban, tampoco lo hacía yo, así hasta que se desvanecían en la multitud y de vuelta me ahogaba en mi sufrimiento.
Estaba ahí, en pleno duelo, a días de la muerte de mi viejo, de vez en cuando recordaba a alguien que fue a saludarme, tengo una laguna mental de ese día, recuerdo que estaba en una oficina intentando contar dinero para pagar el servicio fúnebre, y no podía sumar los billetes. Desde ahí me perdí, no sé bien cómo volvi y ni fui a la sala velatoria, son ráfagas de imágenes que me llegan.
Me toco la cara y noto que aún llevo los lentes de sol puestos y ya estaba oscuro, había caído la noche y yo estuve sentado ahí como una piedra, no recuerdo si vendí algo.
En ese momento se acerca una pareja y me consultan sobre los productos, arranco con mi explicación y con el filo del ojo, avisoro una figura en el medio de la calle. Era un hombre, morocho y de pelo corto, con unos anteojos inconfundibles por sus prominentes marcos gruesos. Mientras explicaba a la pareja, él, escuchaba, lo observé y su vestimenta era prolija y anticuada, estoy seguro de que era un trabajador de la construcción, lo noté por sus manos, rugosas, cuarteadas por la mezcla y unos dedos fuertes con las uñas moradas, testigos de los golpes.
Mientras yo seguía en la relación comercial de hacer nuevos clientes, él, seguía en el mismo lugar, perfilado y un reflejo de luz que no me dejaba observar bien su rostro. Parecía ser que me escuchaba y hasta que por fin noté que sonreía.
Ese gesto me sacudió, sentí una paz en mi interior y mi corazón se llenó de luz. No entendía como de estar sepultado en el dolor y atrapado por las sombras de la tristeza ahora me sentía feliz.
Seguí hablando con más entusiasmo con la pareja, ellos también estaban felices y me compraron, nos saludamos y se fueron alegres.
Vuelvo a mirar la calle y ese ser que me había iluminado el alma, ya no estaba.
Una semana después en el mismo lugar, sentado con mi hermana tomando unos mates, le digo, mira, ese señor que viene ahí, él, es un Ángel, ella con su rostro emocionado, sin entender lo que le decía, comprendió todo. |