(Hecho verídico: ingresan en Hospital de Toledo- España- a un hombre en estado muy grave por mordedura de serpiente cascabel).





La noche se fue echando encima en Tumbaville- Arizona. Hasta los crótalos se daban un respiro entonces, cansados de envenenar y envenenar.
-Tanto envenenar- se decían.
Tiempo que aprovechaba Thomas para hollar aquel territorio sin miedo a la cascabel. El resto del día era para el reptil. Su mujer, bien lo sabía, estaba ya harta de aquel terruño tan peligroso. No obstante, las prospecciones petrolíferas- Thomas trabajaba en Texaco- eran su medio de vida. Por ello se le pagaba y a tal menester se debía.
Tarde o temprano había de pasar. Con la confianza viene el riesgo; y con el riesgo, posiblemente, la muerte.
En el hospital de Houston se llevaron una sorpresa. Las huellas de la víbora del desierto eran claras, pero Thomas se resistía a morir. Lo habían traído en helicóptero desde Tumbaville, pero no lo suficientemente rápido para inocularle el antídoto. Y, sin embargo, ahí lo tenías, viendo la super bowl como si tal cosa. Se ve que se había hecho inmune en el desierto.
Por entonces se empezó a hablar de una rara infección asiática.
Thomas se lo tomaba a broma. Se creía dios. Cómo un bicho microscópico podía ser más ponzoñoso que una cascabel. Ya en casa, empezó nuevamente a salir y a seguir con sus mediciones; pero ahora sin miedo al áspid.
Al poco tiempo comenzó a sentirse mal. Mirando bien las cosas lo había matado el áspid, pero rocambolescamente, como en una jugada de ajedrez.
Aquel prodigio de inmunidad no se podía quedar para casa; que había que llamar fuera a modo de exhibición. Desde China había venido un equipo médico para asistir y estudiar el milagro de la inmunidad de Thomas- recoveco que aprovechó la cascabel para matar a nuestro amigo, sirviéndose de un colega diminuto al que empezaron a llamar covid.

(Lo reseñable es que en España no hay serpientes cascabeles en libertad).