Sobrevuelo las noches confundido en las sombras Me cautiva tu sonrisa, te persigo, rechinan mis dientes ante la yugular que adivino en tu cuello perfecto, quiero que me habites y que yo te habite, mas, no es posible, eres hartazgo de soles y yo existo con la noche eterna tatuada a mis huesos, tú no sabrías de risas en los ébanos de mi palacio y yo sólo sería polvo en tu campo florido.
Me levito y sobrevuelo acuciantes dudas, a menudo me distraigo con personas vulgares, germen que sobra en este mundo hacinado, serán legiones dentro de poco, disolutos, como yo, pero aún en ese espacio, la vulgaridad sobra, tú eres una princesa y en los abismos profundos de mi ser me duele despojarte de tus velos, de tu risa, trocar tu alma por territorios yertos para que la inmortalidad te redibuje. Te amo y te deseo, mas es imposible que te brinde días y noches en conjunto, sólo gélidos besos y la promesa de vaciar el ramaje ya vegetal de tu sangre para retribuírtelo con nada.
Estás frente a mí, roca y asombro, te hipnotizo con mis pupilas ávidas y aguardo a que descubras el marfil de tu cuello, me reconcilio con las tinieblas y continúo debatiéndome entre los ecos disgregados de mi perdición, porque siendo un convicto de los siglos, velo la mirada y mis fauces rilan en la noche de plenilunio para herir tu piel. Sollozas y luego sonríes, te despojo, te poseo y me atraganto con la dulzura de tu néctar, eres mía en esta noche de miríadas lejanas y testigos fantasmales. Quedas tendida en el lecho, lasa y virginal y yo me fugo en las tinieblas, ahíto de ti y mientras sobrevuelo en la noche, me sorprendo con mis ojos húmedos por lágrimas que semejan una lluvia pretérita, acaso por el despojo a mansalva que para mí significa gloria, porque algún día pertenecerás a mis legiones y sin embargo, jamás serás mía.
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