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Andriana siempre se la pasaba viajando por diferentes partes del mundo. Era una chica muy inteligente, siempre guardaba los mejores recuerdos en su mente y algunas ocasiones tomaba notas en sus fichas bibliográficas para no perder detalles. Por el momento, el amor no cabía ni en lo más profundo de sus entrañas.
Al llegar a Italia a medio día comenzó por conocer su capital, Roma, una Ciudad hermosa en toda la extensión de la palabra. Mientras disfrutaba de una exquisita pizza hawaiana acompañada de una bebida isotónica, observaba con calma el mapa turístico para elegir el primer lugar que visitaría. No pasaron ni tres segundos cuando se le presentó a su vista la palabra Verona, la cual le recordó a su amiga Vero, por lo tanto, no lo pensó dos veces y de inmediato, solicitó un vuelo que haría un tiempo aproximado de tres horas y media con un costo de 100 euros.
Como ya llegó al anochecer, decidió buscar un hotel céntrico en dónde hospedarse. Al día siguiente, después de desayunar un café espumoso con un clásico pan de mantequilla y mermelada, se dirigió hacia la Arena de Verona, un edificio impresionante que se utilizó por mucho tiempo como entretenimiento para los romanos, pues se hacían juegos de gladiadores, se tomó una foto y después de unas cuadras se topó con la Plaza de las Hierbas, mejor conocida como Piaza delle Erbe, un lugar en donde hace años se comercializaban hierbas. Al dar media vuelta vio a lo lejos un arco del cual colgaba algo raro, se acercó y vio que era una costilla de ballena. A un lado del arco se encontraba un restaurante, así que aprovechó para comer una exquisita lasaña con salsa boloñesa.
Salió con su corazón contento pues su barriga ya estaba llena. Terminó el día visitando lugares como: Castel San Pietro y El balcón de Julieta. Este último lugar la dejó bastante pensativa después de escuchar una parte de la novela “Romeo y Julieta”.
A la mañana siguiente salió a caminar hasta llegar al Puente de piedra que había sido destruido y construido varias veces, las piedras que lo conformaban fueron llevadas del río Adige, lo cual llamó su atención y acudió a dicho lugar. Como hacía bastante calor, se refugió de bajo de un árbol de mora y comenzó a comer algunos frutos que habían caído por efecto de la gravedad. Al ver una banca a lo lejos, se dirigió hacia ella para disfrutar de la hermosa escena que se presentaba en ese momento. A los pocos minutos ya la acompañaba un joven que, al momento, le preguntó si era turista, pues su apariencia era lo que describía. Ella solo lo escuchó, no contestó nada, se levantó y volvió al hotel. No era la primera vez que él la había visto, así que, no dudó en que volvería a verla nuevamente.
Al día siguiente, Adriana decidió regresar a México, no sin antes pasar a conocer la Catedral de Verona que fue construida sobre las ruinas de dos iglesias. Entró y se reclinó por unos instantes en la primera banca y al salir, comenzó a escuchar la voz de un guía que se despedía de un grupo de turistas, su ritmo cardiaco comenzó a deshabilitarse, pues era ni más ni menos, el joven con el que había compartido la banca en el río, no sabía que decir o hacer, solo detuvo su andar. En ese momento el joven sonrió y se acercó hacia ella haciéndole la misma pregunta del día anterior, esta vez ella contestó confiada.
Mientras bajaban los escalones exteriores él se presentó como Omar Conti y al ver al anciano que continuamente vendía flores al otro extremo de la catedral, no dudó en ir por un hermoso ramo de gardenias para aquella dama que lo había cautivado desde el primer momento en que la vio. Ella esperó sonrojada y con la mano sobre su mejilla derecha cedía una ligera sonrisa.
El chico le pidió una cita para ese mismo día al atardecer en el puente de piedra. La hermosa dama que lucía una cabellera larga y negra, olvidó su regreso a México y le dio el sí.
Cuando el sol se ocultaba, ella se encontraba recargada al inicio del puente y conforme él se acercaba a ella, solo veía una hermosa luz que desprendía de su mirada.
En silencio, juntos observaban cómo jugaba el aire con el río, entre tanto, ella recordaba la historia de Romeo y Julieta. Unos instantes después, comenzaron a caminar mientras él le platicaba de su vida, pero antes de recorrer los casi cien metros del puente, surgió algo inesperado, sus labios se rosaron lenta y suavemente, los labios de él no pararon de temblar hasta que los separó de esos hermosos pétalos de rosa.
En ese momento, ella se sonrojó y sonriendo pensaba - ¿En dónde está el amor?, ya lo sé, está en Roma, en mora, en Omar y en el ramo que mi amado me regaló.

Texto agregado el 23-02-2021, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-02-2021 Y colorín colorado este relato ha finalizado. Simple y ameno. Abunayelma
 
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