Alejo sale de su casa, se incorpora a la senda para ciclistas y recorre los siete kilómetros de distancia que lo separan de la sede universitaria.
Coloca su bicicleta en lugar preestablecido y la amarra con el cable cadena, ingresa al edificio y después de atravesar el Patio de las Palmeras se dirige a la biblioteca. Solicita un libro, ya con él en sus manos se dirige al sector de investigación y se instala en un escritorio.
Quita la mochila de sus hombros dejándola apoyada en una silla y extrae su computadora. Despliega el resto de los elementos, libro incluido, sobre el escritorio comenzando su actividad. Entre lectura y tipeo transcurre el resto de la mañana tomando apuntes para preparar el proyecto al cual está abocado, a veces anotando con su lapicera en un cuaderno para desarrollar ideas cuando no esté con su notebook .
Luego devuelve el libro a la biblioteca y se dirige en busca de su bicicleta, retirándose del lugar en dirección a su casa, en el camino decide comer algo cambiando el punto de destino.
Una vieja panadería devenida a boutique gourmet, característica por sus exquisitos ¨Branch¨ es el lugar elegido, desviándose hacia el lado de la plaza frente a la cual está ubicado el local gastronómico. Amarra su bicicleta a un árbol próximo e ingresa, se acomoda en una mesa junto a la ventana, estratégica ubicación para curiosos observadores como él, dominando tanto el panorama interior como el movimiento de la calle.
Se acerca la mesera y le alcanza la carta, observa con atención las seis opciones del Branch, descarta las veganas y opta por la que tiene más valor energético solicitando recibir el jugo de naranjas antes que el resto de lo pedido.
Mientras toma los primeros sorbos recibe en su teléfono dos notificaciones de WhatsApp, la primera del grupo de amigos, una serie de memes y videos inclasificables, que descarta sin mayor consideración, la otra, su hermano consultando si había conseguido las entradas para el recital de la noche de Los Pérez García, le contesta con el emoticón del pulgar para arriba.
La mesera lo atiende con denodado esmero al servir su menú, con una natural sonrisa se retira de la mesa sugiriendo que le avise levantando la mano cuando requiera su presencia, al rato, levantando la mano mostrando el vaso vacío le pide con señas otro jugo.
Observa por la ventana para ver su bicicleta o algún rostro que llame su atención para analizar, cómo es su hobby de distracción cuando está en algún lugar con exceso de tiempo.
En un detallado paneo detecta en el interior del local, a un hombre de mediana edad a unas cuatro mesas de distancia hablando por teléfono, entonces empieza el juego de su mente. El primer análisis en su prolífica imaginación, ...empleado de un banco, (típica palidez en el rostro de una persona expuesta a luz artificial la mayor parte del día), separado, coordinando con su ex el retiro de sus hijos a la tarde, algo tenso como si todavía las demandas y el despecho dominará el diálogo entre ellos, habla y gesticula. El sonido ambiente más su proximidad a la ventana no permiten escuchar absolutamente nada de la conversación, así su fantasía tiene plena libertad.
En otra mesa algo más próxima, una joven de alrededor de veintisiete años, tomando un té y leyendo un libro, la deducción, ...vive sola en un departamento, viene de algún lugar del interior de la provincia de Buenos Aires, estudia algo relacionado con humanidades. Feminista, de conceptos claros respecto a sus convicciones, el pañuelo verde en su muñeca, resulta un punto relevante en su personalidad, fuera de la fantasía, el pelo corto enmarca un rostro seductor.
Hacia el medio del local, en una mesa una pareja, recién llegada con sus cabellos húmedos, invita a la fantasía extrema, vienen del gimnasio, pero no tienen bolsos, talvez de un hotel o simplemente de su casa después de hacer el amor, lo indiscutiblemente manifiesto es la expresión de ternura en sus ojos enamorados.
Ella sugiere una imagen de maestra jardinera, gesticulando como si estuviese frente a chicos de cinco años, el más serio, su rostro expresa seguridad, conocimiento y ciertos gestos teatrales, típico de un abogado.
Todo esto mientras hizo su ingesta, al concluir pide la cuenta y hace efectivo el pago, dejando una propina por la atención, antes de retirarse pasa por el baño y de salida, a través del espejo, ve una persona de apariencia agradable, denota seguridad, actitud y perseverancia, pero con sus ojos apagados, sin el brillo que provee la felicidad plena, como si algo faltara, una pena de amor tal vez, se veía bien físicamente, pero algo en él estaba incompleto, pero esta vez no se extendió en el analisis, salio buscó su bicicleta y se dirigió a su casa.
Esa noche fue al recital con su hermano, el domingo a la cancha con sus amigos, el lunes a su trabajo, después a la universidad. Durante un trabajo grupal de la materia –Metodología de la Investigación y de la Evaluación— interactúa con Carla, una compañera de curso, aplicada y predispuesta, eso facilitó el buen resultado del trabajo. Dado la empatía y compartiendo la metodología de estudio, esto se prolongó por lo que quedaba de carrera, esa comunión para estudiar se trasladó también al trato cotidiano permitiendo generar un vínculo importante.
Pasados unos años, parado frente al espejo, el día de su cumpleaños, noto que ahora sí, sus ojos estaban llenos de brillo y los de Carla también.
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