LA LECCIÓN CON ‘TÓNICO’ O ‘SANTO’ ENTRA
(Relato)
Por. Virgileo Leetrigal
Un domingo de noviembre del año de la pandemia, mientras Secundino ojeaba algunos diarios limeños, timbró el teléfono de su casa. Era llamada de su hermana Nícida. Contestó, haciendo una excepción; pues, como él mismo siempre dice: “días domingos no contesto así se levante y llame don José Víctor…”; por su padre, quién ya está en otra dimensión del cosmos.
Nícida, artista folclórica por vocación, un tanto emocionada, contó que un señor, que dijo ser uno de sus fans, la había reconocido y abordado en una calle, cerca de su casa. Que le dio tantos detalles de su trayectoria artística, origen, familiaridad, etc., que ella terminó confiando. “Incluso, el señor, dice conocerte y pidió que te llamara ...”, dijo Nícida.
—Bien sabes hermana que, “domingos prefiero no estar para nadie” —respondió Secundino.
—Disculpa hermano, el señor insiste. Dice que estudiaron juntos, en primaria y secundaria, allá en la sierra—respondió ella…
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De modo automático, la mente de Secundino se remontó al pasado y rememoró su época maravillosa de formación primaria y secundaria; aquella con limitaciones, dramas, etc., pero llena de felicidad. Se le redibujaron los paisajes de la ciudad y campos de su distrito andino de origen, de las escuelas y colegio por los que pasó, más los rostros de varios de sus ex compañeras y ex compañeros...
Recordó también a sus maestros; en especial a don Víctor Bazán, quién le enseñó los dos últimos años de educación primaria. Procuró ordenar sus recuerdos, de cuándo tuvo noticias de él y de las veces que se reencontraron...Pues, tratando de cumplir con el valor de la gratitud que el maestro inculcó; en una ocasión, lo ubicó mientras visitaba a su hermana, en La Victoria, Lima. En otra oportunidad, lo ubicó en casa de su hija, en la urbanización “La Calera...”, distrito San Borja. Esta vez, con su asentimiento, lo condujo hasta la casa de Néstor, ubicada en la urbanización “San Juan Masías” del mismo distrito. Néstor, se desvivió en atenciones, celebrando el reencuentro con su maestro, después de más de 25 años; pues él es hermano de Secundino e integró la misma promoción. Al abordar lo anecdótico, recordó que era él quién transportaba el acordeón cuando el maestro tenía que enseñar música. Pues, don Víctor Bazán es un eximio músico y toca muy bien, desde su juventud, ese más otros instrumentos. Secundino bromeó que, por esos servicios, Néstor no ganó indulgencias del maestro; le recordó que también pasó por disciplina, cuando se lo mereció…Ambas visitas se dieron en un mismo año de finales de la década de los noventa…
En los primeros años de la década de los dos mil, se reencontraron en Celendín. El maestro invitó a su ex alumno a visitarlo en su casa del barrio San Cayetano. Entonces, le contó que ya estaba jubilado por el estado; que aún trabajaba en otra institución educativa, pero ya con el enfoque educativo moderno. Se lamentó y aseguró que con ese enfoque no veía buenos resultados; como los que sí los obtuvo con el anterior. “El enfoque antiguo era más productivo y eficaz. Con ese, más el método Bazán, he sacado buenas chinas (*) y buenos cholos (*). A veces pienso que la psicología y su recomendación de no disciplinar con cierto rigor al alumnado, fregó la educación…”, afirmó, con su buen sentido del humor. Presentando a su esposa, el maestro, refirió a su visitante como uno de los buenos estudiantes que formó y mencionó a otros de promociones posteriores. “Todos son, ahora, exitosos profesionales y, sobre todo, buenas personas”, apuntó...
En mayo del año dos mil diez se reencontraron en la plaza de armas de Sucre. El maestro portaba una guitarra y con su ex alumno pasaron una tarde de plática y bohemia; dentro del ambiente festivo por San Isidro labrador, patrono del pueblo. Ambos agradecieron por el momento vivido; y el maestro a su exalumno, por propiciar que una célebre composición suya, de género huayno, titulada “tierra sucreña”, fuera grabada por Nícida, con seudónimo “esmeralda del norte”. La canción ya tiene numerosas reproducciones en la red YOUTUBE…
Así, recordando, Secundino llegó al año dos mil once, en que arribó a la ciudad de Chota, para recabar información y trabajar una consultoría para una entidad estatal. Durante su temporal estadía, frecuentaba al restaurante “ANITA”, de ambiente acogedor y agradable comida típica. Cuando pagaba la cuenta, en la caja, casi siempre atendía una señora joven, guapa y muy jovial. Él, siempre pedía factura por sus consumos; para tal emisión, debía repetir sus apellidos, que forman parte de la razón social de la empresa familiar para la que trabajaba. Un día, la señora de la caja, le habló.
—Señor, ¿puedo preguntarle algo?
—Encantado señora —respondió él.
—Sus apellidos ya lo sé, por las facturas…; pero, ¿me puede decir su nombre?
Él lo pronunció al instante, esperando que allí terminara el interrogatorio.
— ¿Y de dónde es usted?, antes no se le veía por aquí —continuó
—De Sucre, Celendín —contestó él. Sí, hace poco nomás llegué a Chota —agregó.
—Y, ¿quién fue su profesor en la primaria? —repreguntó la señora.
La pregunta lo sorprendió, pero correspondiendo a tanta amabilidad, contestó:
—En realidad fueron tres; pero quién me enseñó los dos últimos años, y de quién guardo los mejores recuerdos, es el maestro Víctor Bazán.
—¡Oh!, lo sospechaba; he ahí la razón de mis preguntas. Es un honor verlo y conocerlo en persona. El maestro a quién acaba de mencionar, es mi padre. Él le tiene mucha consideración y siempre se refiere a su persona, no solo como uno de sus buenos alumnos, sino como referente de los que salen adelante sorteando dificultades, por extremas que fueran —expresó ella, con manifiesta y, para él, extremada emoción...
Menguado el impacto que le causó el nexo familiar de su ex maestro con su interlocutora, Secundino agradeció a la dama, con efusividad, por su atención, gentileza y halagadoras palabras... Saliendo del restaurante, caminó pensando en lo pequeño que es el mundo; el mismo que, por dar vueltas, hace que la frecuencia de cruzarse con alguien que lo reconoce o él conoce, iba en aumento conforme se incrementaban viajes y años a su ya recorrida y cincuentona vida…
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La mente y atención de Secundino volvieron a la llamada telefónica y pensó: “Nícida tiene que haberse encontrado con uno de mis ex compañeros que vive por Lima-norte, para estar cerca de su casa. Puede ser Eleuterio o Walter Noé.”
—¿No será Eleuterio? —preguntó.
—No.
—Entonces, ¿es Walter Noé?
—Él mismo —contestó Nícida. Walter Noé dijo algo y sonrió.
Para corroborar que Walter Noé había sido su compañero de estudios. Y, además, que él recordaba hechos en los que tal señor era gran protagonista, Secundino, habló así:
—Hermana, ese señor que te ha abordado, era el proveedor de varillas con las que nuestro maestro de primaria, nos disciplinaba. Estudiamos juntos del tercero al quinto año de primaria, desde el setenta al setenta y dos, respectivamente. El año setenta y uno, por las reformas del entonces presidente Juan Velasco Alvarado, las escuelas de educación primaria, que antes eran “de varones” y “de mujeres”, por separado, se hicieron mixtas. Y, por grata casualidad, Walter Noé, Floíza, Eleuterio, Alicia, Néstor, Gladys, Mario, otras, otros y también yo, confluimos en el aula del maestro Víctor Bazán. Él, joven aún, era de los que enseñaban y disciplinaban con cierto rigor, aunque menor al de otros. Al inicio, usaba una varilla que cimbraba en las posaderas de quiénes no cumplían con las tareas, no respondían acertadamente las preguntas de los exámenes orales, llegaban tarde, asistían desaseados; o peor, si faltaban al respeto. En la primera clase, luego de presentarse, nos advirtió: “… Tengo la misión de enseñarles y formarlos como mujeres y hombres de bien. Cuento, además, con la autorización de sus padres para, de ser necesario, disciplinarlos. Y para enseñarles y disciplinarlos bien, usaré esto a lo que llamaremos ‘tónico BAYER”; dijo, blandiendo una varilla. “Y sí es BAYER es bueno…”, agregó, imitando el slogan que, por entonces, propagandeaba la empresa dueña de esa marca. “Aquí la enseñanza no será como en el virreinato, en el que aplicaban la norma: ‘la letra con sangre entra’; no, aquí aplicaremos el método Bazán, el de ‘la lección con tónico entra”, enfatizó, con una mezcla de seriedad e ironía...
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Secundino percibió que Nícida y Walter Noé, lo escuchaban embelesados y siguió:
—El maestro ordenaba: “¿¡Walter Noé, vuele y tráigame varillas…!”; y el señor de tu lado, salía disparado y en menos de tres minutos volvía con dos o más; algunas de las cuales, terminaban astillándose en su propio cuerpo…
Cierto día, un alumno que se hizo tarde, paseaba en el patio cuadrangular y empedrado, esperando que el maestro lo viera y autorizara su ingreso. Prefirió esperar que regresar a casa o “hacerse la vaca” (*); porque entonces, los mismos padres, hablaban y otorgaban a los maestros toda su autoridad para, además de aleccionar o enseñar a sus hijos, los formaran con buena conducta, disciplinándolos con chicote, si era necesario. Se establecía una especie de pacto entre ellos; de modo que si un alumno se quejaba de alguna sanción disciplinaria del maestro; sus padres le aplicaban una más drástica aún... Pero, volviendo al alumno tardón de aquel día; fue él quien vio salir raudo a Walter Noé y perderse por el pasadizo de salida hacia el canchón de recreo, ubicado detrás del bloque cuadrangular de aulas. Como conocía su misión decidió seguirlo, con sigilo, para averiguar de dónde extraía varillas con tanta rapidez. Oyó el ruido y vio el movimiento de los arbustos en el huerto, ubicado detrás de la última fila de aulas, a la izquierda y antes del canchón. Con la valiosa información, el tardón, regresó hacia la puerta del aula, simuló tranquilidad más indiferencia e ingresó detrás del proveedor de varillas. De inmediato tuvo que cuadrarse para estrenar una, “recibiendo su ‘tónico BAYER’ para ser madrugador”, a decir del maestro Víctor Bazán.
La planta de las varillas, es un arbusto de tallos duros, delgados y alargados, con diámetro de poco más de un centímetro, conocida como “morochoquero” (*).
Posteriormente, se reunieron tres compañeros, “consumidores habituales del tónico BAYER”, y compartieron un plan: cierta noche debían ir al huerto, cortar tallos de todas las plantas de “morochoquero” y desaparecerlos… Enterado del hecho, Walter Noé informó al maestro; pidiéndole considerar que, ante la nueva situación, demoraría más tiempo en traer varillas desde una distancia mayor... El maestro lo miró, pensó con cierto enfado y calló…
Por las duras dosis del ‘tónico…’, se rumoreaba que algunos alumnos vestían con doble pantalón para aminorar el impacto. Así que, la desaparición de las plantas de “morochoquero” fue un temporal alivio para ellos…
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En este instante, Walter Noé, acercándose al teléfono de Nícida, interrumpió a Secundino y dijo:
—Y eso que no te he contado que, con Manuel, el ‘loco tishto’, nos confeccionábamos nuestros calzoncillos de cuero de carnero, para protegernos de los efectos del ‘tónico…’ Las carcajadas explotaron al unísono, desde ambos lados de la línea telefónica.
—¿Y la lana de esos calzoncillos hechizos ¿con qué hacía contacto, con la piel o el pantalón? —preguntó Secundino, más irónico aún.
—Con el pantalón pues, para amortiguar también el ruido; si no, nos hubiese delatado y terminábamos en mayores problemas —contestó Walter Noé, arrancando más carcajadas.
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Siempre en contacto telefónico con Nícida, Secundino continuó:
—Tres días después de la desaparición del mini bosque de varillas, el maestro Víctor Bazán, llegó al aula blandiendo una especie de regla rígida y de color negro; el material parecía ser un jebe compacto. Tenía doce pulgadas de largo, dos de ancho y media pulgada de espesor. Dirigiéndose a todos dijo: “algunos de ustedes se creen muy vivos y en alguna noche oscura, con machete en mano, han arrasado con la ‘mina’ de varillas; han acabado con la ‘fábrica del tónico…’; Por tanto, en adelante, quiénes merezcan corrección, pondrán sus manos frente a este artículo, al que vamos a llamar ‘santo negro’. “¿Por qué santo?”, se preguntó. “Porque hará milagros; pues, volverá correcto al indisciplinado, ‘caucho’ (*) al haragán y estudioso al desaplicado”; se contestó él mismo. “Por tanto, la norma educativa del método Bazán, variará y, a partir de hoy, será: la lección con santo entra”, finalizó, algo enérgico.
La sanción con el ‘santo negro’ era un golpe en cada mano, por cualquiera de las faltas antes señaladas para el caso del ‘tónico…’. Si solo se pretendía esquivar, la sanción se duplicaba. Después de recibir cada reglazo, la mano del alumno o alumna se agitaba automáticamente y su rostro se atribulaba; pero algunos, nada de eso mostraban...
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—Hermano, gracias por los hechos narrados. Después contaré los que yo recuerdo, también fui alumna del maestro Víctor Bazán. Por hoy, invitaré a desayunar a Walter Noé; estamos cerca de casa —finalizó Nícida.
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Vuelto a la lectura, terminando la sección política del diario UNO, Secundino oyó timbrar el mismo teléfono. Era Walter Noé; llamó para informarle del buen trato y agradable desayuno que le brindó Nícida; y que, por eso, quedaba muy agradecido...
“Ya que hablamos de nuestro ex maestro Víctor Bazán, he visto en el Facebook, fotografías recientes de él junto a tí…”, dijo Walter Noé. Secundino le explicó que esas tomas de ambos, en el Jr. “dos de mayo” y plazuela “la alameda”; fueron hechas por José Luis ‘Palujo’. Y que corresponden a sendos encuentros, en septiembre del dos mil dieciocho, durante su campaña electoral por la alcaldía de Celendín...
En momentos posteriores de aquel domingo, Secundino, quién cuatro meses atrás, había superado un virulento ataque del “COVID 19”, quedó meditando y se dijo: “tan gratas casualidades de reencontrarse con ex compañeros y amigos entrañables; de conversar con alguno de ellos, recordando al maestro que nos inculcó buenos valores y conocimientos; o simplemente, saber de todos ellos. Todo eso y más, solo puede darse mientras la vida nos permita seguir andando sobre este mundo de pandemias, cambiante, conflictivo, ya calentado y, al final, perecible”
Cajamarca, 03 de diciembre del 2020
(*) Glosario:
Chinas. – En argot local: referencia a las mujeres.
Cholos. – En argot local: referencia a los varones.
“Hacerse la vaca”. - Simular ir a la escuela y no asistir a clases
Morochoquero. - Arbusto de tallos delgados. Crece en climas templados de la sierra.
“Caucho”. – En argot local: persona ágil y hacendosa.
Nota del autor. - En este relato, todos los personajes son celendinos, y previa autorización, actúan con nombres reales.
Los sucesos también lo son, pero algunos tienen adherido algún ingrediente de ficción. Sin embargo, debe quedar
Claro que, ni el autor del relato ni el narrador omnisciente, fueron alumnos del maestro Víctor Bazán.
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