Hay gritos
congelados en el tiempo
colgados en el espacio
como existencias concretas,
que producen sombras
en los campos sembrados de canciones.
Ahora tengo la nostalgia
yo era un hombre pasajero,
por los caminos enterrados
en las órbitas de un continente,
jugábamos sin saber
de las ventanas solitarias de la guerra,
tampoco sabíamos
de la muerte como bandera.
Más tarde las extrañas miradas
y las explosiones de nubes
mostraban otro universo
al otro lado del muro.
Es indescriptible la mixtura
de los caminos, los mismos
de todas partes, de todos los tiempos.
Regresan astillas hechas maderas
que hacían pensar en la posibilidad
de lo eterno, más, sin embargo
segundos de siglos después
la ventana estaba en el mismo silencio
en el que habitan ahora entre soles verdes
los ausentes, las ausentes, del carnaval.
El aroma del dulce de higo
marcaba todos los ambientes de la casa,
los días eran un ir y venir de aventuras
entre los gritos de alegría
de las personas que transformadas
en alegres bufones
cantaban, reían, bebían, bailaban
al son de ritmos de África
como regresando a la raíz de la humanidad.