Hubo un tiempo en que pensé suicidarme, no sé si esta idea ha cruzado alguna vez por la mente de todos, a mí, me estuvo rondando por la cabeza durante cierto tiempo. Supongo que no andaba muy bien de ánimo o auto estima y mis demonios internos no dejaban de susurrarme la idea sin descanso. Me dolía con frecuencia la cabeza, el estómago, pero sobre cualquier otra cosa los ojos, era como si en lugar de ellos trajera dos piedras pesadas que no podía mover. Descubrí de pronto que no podía mirar con ellos directamente a los ojos de otras personas, intentar mirarlas representaba una carga insoportable. Acudí con una psicóloga, me hizo muchas preguntas, algunos test y me recetó varias pastillas dizque tranquilizantes, que según ella iban a relajarme. Recuerdo que antes de entrar a un curso de supervisores en mi trabajo, me correspondía tomarme una, así lo hice y a los quince minutos tuve que salirme de la clase, porque me encontraba muy alterado de los nervios. Creo que ni yo mismo me aguantaba. En la última sesión con la psicóloga, me dijo: “no vaya a cometer una tontería”, supongo que se refería a no intentar llevar a cabo un intento real de suicidio. O quizás pensó, que se quedaría sin un cliente que pagaba puntualmente sus costosos honorarios. No volví más. Soporté muchos embates de mi nefasta idea, a pesar del dolor de los ojos y la cabeza. No recuerdo cuándo remitieron en su perseverancia mis demonios internos, pero me fueron dejando poco a poco en paz, aunque la idea sigue por ahí, muy pequeña y latente.
Desde los doce o trece años me enamoré de la música rock, recuerdo con nitidez estar escuchando en la clase de Taller mecánico en la secundaria a Jimi Hendrix, interpretando Neblina Morada, a Janis Joplin con Un pedazo de mi corazón y a The Doors con Hola, te amo. Por supuesto, la Noche de un día difícil, de los Beatles. Ahí comenzó también mi pasión por comprar discos, para los cuales no tenía en eses tiempo dinero con qué comprarlos y necesité ir ahorrando poco a poco para hacerlo. Mi primer lp. fue Oldies but goodies de los Beatles, editado acá en Mexicalpan de las Garnachas, por Capitol. Mi primer disco ep. no podía ser otro que la ya comentada Purple haze de Hendrix. Mi pasión por los libros fue antes, como a los diez, la culpable fue María Teresa, mi maestra de cuarto año de primaria, al regalarme un buen día Las aventuras de Tom Sawyer. Sin embargo el comentario sobre la música es porque a través de los años se fueron juntando en casa un titipuchal de discos lp., cd y casettes, que según yo guardé y almacené muy bien en el anaquel inferior de un librero. En estos días, acabo de darme cuenta que la humedad generada en la pared posterior del librero me los ha llenado de humedad y hongos, destruyendo parte de muchas portadas. Mi berrinche y dolor ha sido de antología. Ahora, intento recuperarlos de la mejor manera posible. Entre mis enfermos más lastimados están discos lp. comprados hace muchos años, de Pink Floyd, Neil Diamond, KInks, Deep Purple, Janis Joplin y otros. Bueno, ya estuvo bien de tantas quejas.
Por último, voy a hablar sobre un libro: La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. Lo compré hace mucho tiempo con la idea de que era un magnífico libro y supongo que lo es, pero a mí se me ha hecho super pesado, como la losa que cargó El Pípila en la Alhóndiga de Granaditas. Llevo casi un año leyéndolo y no puedo terminarlo. Ignatius J. Reilly el protagonista, me irrita, me encoleriza, se me hace un tipo fatuo, flojo, de un ego mega inflado, el cual piensa que sus acciones e ideas son las mejores, que todo el mundo incluida su mamá valen para puras vergüenzas, que es un incomprendido y que todos están confabulados en su contra. Con seguridad esa fue la intención de Kennedy Toole, hacer de su protagonista un ser atípico, odioso, vestido con una vieja gabardina, gorra con orejeras y gordo, muy gordo, una inmensa bola de carne andante. Sé que no soy justo ni ecuánime con este libro, que mi juicio es equivocado, pero me he propuesto acabar de leerlo, no importa cuánto tiempo me lleve el hacerlo. La edición es de Anagrama, tiene 389 páginas y voy por la 290. Yo mismo me echo porras para seguir leyendo. ¿O será que mi pasión por la lectura ha menguado?
Estas notas las he redactado sin pensar demasiado en ellas. Quizás no tengan ningún valor, pero me han servido para exorcizar algunos diablejos internos.
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