Por la misma puerta que entró feliz salió triste; en tan solo una hora se bañó, se vistió de fantasía, se maquilló y fue a mirarse al espejo. Para no arruinar su felicidad, no debió mirarse, pero pudo más la curiosidad que la voluntad. El espejo no era el mismo de siempre y ella no era la de ayer. Ayer el espejo le dijo que era muy hermosa, la más hermosa de todas las mujeres. Hoy todo había cambiado: el río de ayer era cristalino, el de hoy era turbio; el espejo de ayer más claro, el de hoy más oscuro. Ella le preguntaba todos los días lo mismo y el espejo siempre le respondía afirmativamente. No sé por qué hoy se le ocurrió preguntarle lo que ella sabía de memoria. Era hermosa y no cabía ninguna duda de ello. Hoy debió preguntarle: "espejismo espejismo, cierto que soy la más fea. Con toda seguridad el espejo le habría respondido:
-Estás muy equivocada, eres la más hermosa.