Yo era un aprendiz de escritor. Como necesitaba orientación, me acerqué a un escritor consagrado y, venciendo mi timidez, le pregunté:
—Maestro, ¿cómo se escribe un cuento?
El escritor me miró con ojos bondadosos y me respondió:
—Para mí, escribir un cuento es como crear una escultura. La hoja en blanco es como una gran piedra, que al principio no me dice nada. Si empiezo a pensar en todos los detalles: en el punto de vista, en el estilo, en el narrador... me bloqueo, y no escribo nada. Así que lo que hago es preguntarle a la piedra en qué quiere convertirse. Si por ejemplo me dice “en caballo”, empiezo a botar el material sobrante, dándole una forma que se “parezca” a un caballo. Luego, en un momento mágico, llega la Inspiración. Generalmente es con la aparición de un detalle, que termina llevándome al Todo. Si aparece algo que se parezca a una pata levantada, termino esculpiendo un caballo de paso; si por ahí aparecen unas espuelas, tal vez termine revelando un Quijote; si en la cola aparece una cabeza de serpiente, esculpo una Quimera. Si no aparece nada, dejo esa piedra y agarro otra: a veces, las piedras se cansan y se aburren. Después de un tiempo, cuando la piedra me llama de nuevo, digamos que con un relincho, retomo el trabajo. No hay que asustarse si algo por ahí no sale como uno había pensado, porque la piedra es bastante voluble, y a veces, a medio camino se le ocurre ser otra cosa. Por ejemplo, si se le cae el hocico, esculpo un ser maravilloso, un centauro. Nunca tengas miedo del resultado: el caballo de paso, el Quijote, la Quimera, el centauro, todos son válidos. La hoja en blanco, como la piedra, siempre te va a decir en qué quiere convertirse; escúchala, y te dejará escribir sobre ella un cuento maravilloso.
Muy emocionado por su sabiduría, tomé su mano y, respetuosamente, le agradecí con una venia.
Para entender mejor las metáforas del escritor, me acerqué a un escultor consagrado y, venciendo mi timidez, le pregunté:
—Maestro, ¿cómo se crea una escultura?
El escultor me miró con ojos bondadosos y me respondió:
—Para mí, crear una escultura es como escribir un cuento.
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