Después que te fuiste, no volví a pasar por las calles que contigo pasaba; tampoco volví al jardín, me daba mucha tristeza ver las flores estando tú ausente. Tampoco volví a la playa a escribir en la arena pues perdí la inspiración apenas te fuiste; en el lugar de mis versos no quería escribir lamentos. Sin tener dónde ni con quién refugiarme, me refugié en mi. Al principio fue muy difícil; entre más trataba de olvidarte, más puntual llegabas a mi memoria. Hubo momentos que me dieron ganas de echar fuego a mis recuerdos, hacerlo me dio mucho miedo porque quedaría vacío.
Así como llegan las tormentas también se marchan dejando todo en desorden y sembrando muerte. Al paso del tiempo fui olvidándote; me costó mucho trabajo hacerlo, pues estabas cosida a mi piel y mi alma. mientras te olvidaba sentía que mi corazón se rompía en mil pedazos, pedazos que yo mismo recogí y con mucho dolor di puntada sobre puntada hasta dejarlo como antes.
Poco a poco retomé mis actividades; empecé a salir a la calle, el encierro fue más que suficiente para calmar todos mis dolores. Me sentía más fuerte que antes; el cielo antes nublado estaba despejado. Todo estaba en armonía y yo en armonía también con el universo. Yo sonreía y agradecía a la vida por darme la oportunidad de ser feliz otra vez. La soledad es dura, pero cuando da sus frutos uno saborea las mieles de la alegría, estar solo o acompañado es lo de menos. Un día volví a la playa a escribir de nuevo en la arena, ese día escribí lo siguiente: "no escribiré el verso con mi sangre, escribiré el verso con mi risa, en mi vida ya no hay tragedia, en mi alma hay comedia". Luego me tiré sobre la arena a recibir la brisa que venía de parajes lejanos arrastrando aromas de mar y selva. Desde donde me encontraba podía ver una pareja de enamorados haciendo castillos de arena. A mi me gustaba hacerlos y luego entraba a ellos, por mi me quedaría a vivir ahí toda la vida, pero ni en la playa hay libertad total porque después de las 19 horas llegan las autoridades a desalojar a todos los turistas.
Sin saber por qué me dio por escribir en la arena de nuevo: "Mariana, para mi ya estás muerta en mi alma y memoria, te agradezco por la experiencia, tu amor fue antídoto y veneno, en lugar de matarme, me hiciste más fuerte, estoy seguro que no volveré a verte, pero te deseo buena suerte, que nunca te falte el fuego".
Enseguida recogí del piso la mochila y dejé mis huellas en la arena. Esa tarde sentí una calma infinita, había conjurado todos mis fantasmas, ya no sentía ningún dolor. El silencio de la tarde fue roto por tres disparos que aun resuenan en mi memoria. A la hora y media estaba en casa, tengo la fortuna de tener el mar cerca, eso me permite ir las veces que quiera a escribir en la arena y ver como las olas se alejan. Al siguiente día después de desayunar empecé a leer el periódico que temprano tiran por la rendija de la puerta. Los periódicos no sirven para mayor cosa, al rato de ojearlos ya están viejos. Casi nunca leo las noticias judiciales pues en este país los asesinatos son el pan nuestro de cada día, pero ese día me dio por hacerlo y vaya sorpresa la que me llevé, uno de los titulares decía: "Mataron a Mariana en la playa". Quedé de una sola pieza, luego comprobé que era la misma Mariana que me había abandonado hacía tiempo. La noticia volvió a descoser mi corazón.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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