En la exactitud de una altiva cifra redonda,
en la discutible belleza de un cruel número
tan pétreo, tan marmóreo y tan lapidario,
que halla en la muerte su absurda estética
irreverente estadística para una bella foto.

En nuestra macabra lotería de cada día,
la voz inocente es el lamento banalizado,
que canta la asepsia de una numerología,
que cauterizó la pena, frenó la angustia,
y exorcizó nuestros más incómodos males

Se aviva la esperanza cada fin de semana
la muerte sabática descansa los domingos
y las cifras redondas aguardan pacientes,
un Jano de dos cabezas, el buen augurio
que lentifica la cuenta, nos ayuda a creerla

El miedo se hizo mito y se echó a dormir,
quedó atrás la certeza con interrogación,
peligro latente que sorpresivo nos confinó,
Insensato y abismal el ángel exterminador
dejó de asombrarnos y se sumó a la fiesta

Dubio tiempo que ni siempre lo cura todo,
cifras redondas proclaman en neón el luto,
la muerte llama tramposa con su canto de sirenas
y la fe ciega abre los ojos y ya nada comprende,
cuando el fin es ahora el principio, la meta.