Mis ojos te han hecho nacer de la eterna manía celeste,
de cada una de las risas que dejé colgando como guirnaldas sobre las máquinas de la nostalgia.
Del lugar donde las montañas imitan a los candelabros sosteniendo en un brazo al Sol y en el otro a la Luna.
Allí te he creado.
Pero debes saber que el tiempo extiende su investidura de acero como sutil murmullo
y que las horas se desploman una a una como una hilera interminable de fusilados.
No temo a las melodías que hilvana la muerte,
trato de silbar mientras canta con su voz de rueda herida.
Amo saber que mis manos gimen y que mis sienes sangran
cuando se asoman ante mí las páginas sin rostro,
ávidas de que las vista por completo con los ropajes cegadores que carga la mañana.
Texto agregado el 29-01-2021, y leído por 132
visitantes. (3 votos)