Siempre que se miraba en el espejo se negaba a creer como se veía. No quería reconocer que era ella, a pesar que la del espejo tenía los mismos ojos, la misma boca y rostro. Tenía las mismas pequitas de la cara. El espejo la reflejaba tal como era ella, con los mismos pelos y cicatrices. Para salir de dudas decidió no verse durante seis meses. Así lo hizo, sin verse se sentía más hermosa de lo que en realidad era. Los hombres la miraban con suma curiosidad y le decían piropos hermosos. Un hombre maduro, un día le dijo:
-Usted es lo único verde que dejó el verano.
Ella sonrió y enseguida le respondió:
-Usted es muy amable, gracias por el cumplido.
El hombre le dijo eso porque iba con una camisa verde manzana. Con el paso de los días las mujeres también empezaron a verla con extrañeza y a veces con simpatía. Su perro a veces la desconocía; eso no le gustaba, pero seguía queriendo a su perrito pues vivía con ella desde que era cachorrito y ya tenía cinco años. Pasados los seis meses se miró en el espejo. Antes de mirarse se imaginó mil cosas, todas buenas. En su inocencia pensó que el espejo le pediría perdón por engañarla durante tanto tiempo. Había tapado el espejo con una sábana blanca. De inmediato procedió a quitarla y cuando se miró entró en cólera. Agarró una roca y quebró en mil pedazos el enigmático objeto; después de seis meses le siguió demostrando que no era ella sino él.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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