Los tiranos son minuciosos al crearse una imagen granítica que perdure en la memoria y para ello, se deshacen por las vías más sangrientas de las molestas disidencias articulando las serpenteantes rutas de su poderío y de su gloria. Para acrecentar su grandeza, disuaden con sus poderes a los menos litigantes logrando brillo y admiración, virtudes fabricadas más por la óptica indecisa de sus prosélitos que por un real resplandor y un sólido linaje.
De muy cerca conocimos a estos seres pomposos de lenguaje enjuagado en pólvora. Bajo las armas de su mandato se asesinó a millares de personas, acribillaron su honra y pidiéndole prestado a la taumaturgia, los hicieron desaparecer sin que sus atuendos hicieran amago de revertir tal crueldad. Pero, pese a todos sus intentos, la memoria se conservó en los casquillos de las balas, en el grito ahogado de los ejecutados, se talló en las lágrimas de viudas y huérfanos, se escribió en el lecho gris del río que transportó los cadáveres como ni Jorge Manrique lo hubiese imaginado.
Pero esa es otra historia. Más cerca, en esta página repleta de virtualidad, se evidencia la ternura, la sonrisa e incluso el compañerismo. De pronto, surge algún adalid que inquieta la plácida rutina e instaura una especie de dictadura cuyo fin más evidente es corregir, enseñar y dictar normas que ahuyentan a los que no soportan ese hálito autoritario y escolástico. Nadie los convocó y sin embargo, allí están, enhiestos e inflexibles. Y algunos, no familiarizados con esta efigie autoritaria, desaparecen bajo la nube gris que entenebrece hasta sus alias y en este caso sí se pierde la memoria, el aroma imaginario de esas palabras tejedoras de historias. Es la vida, con líderes elegidos por el voto popular o seres que quizás con fines plausibles y hasta mesiánicos dibujan su impronta. No los juzgo.
Mnemosine fue en la mitología griega una titánide que personificaba la memoria, aquella que era necesario perder para aventurarse en nuevas reencarnaciones. Nuestra compañera, traducida memoria, hoy se disuelve en aguas difusas y es posible que regrese, renovada, sólida pero con la misma convicción. Una Mnemosine que nos estampa un eco brutal en el alma. Porque somos humanos, erráticos, simples en nuestra concepción e impulsivos en la expresión. Podemos carecer de todo, pero la memoria, la eterna memoria bailotea ufana delante de nuestros ojos. Aunque ahora sólo sea un concepto humedecido por la nostalgia y ahuyentado por las disidencias.
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