Sombras en mi vida
Nadaba plácidamente en aguas templadas y cristalinas, daba vueltas sobre mi misma, estiraba mis brazos y mis piernas, me regocijaba, como queriendo que nunca acabara esa sensación.
El recuerdo de esas aguas perdurarían por siempre en mí.
Sin embargo el agua se volvió estallido en un frío agosto, arrojándome dolorosamente en este lugar, que cincuenta años después no reconozco.
Las sombras se acercaban complacidas, se inclinaban ante mis ojos asustados, como hoy, cuando las sombras son multitudes que acechan, caminan distraídas, trabajan, comen, usan vestimentas parecidas, con excepción de las otras, las que se identifican por su aparición repentina, esas que te atacan, se meten en tu cuerpo y eligen el lugar que más les deleita y te
devoran, lenta o velozmente según su apetito.
Solo pude identificar dos sombras que irradiaban luz y calor, ambas me tomaban suavemente en sus brazos, las dos únicas sombras que cobraron forma con el transcurso del tiempo, las que ya partieron, Pero aquí estaba yo, buscando la luz de las aguas tranquilas. Había partido? Era una sombra más de las que me
rodeaban?
Una de ellas me enseñó a comer, me vistió como las otras sombras, eligió un lugar donde un ejército de perversas sombras uniformadas me instruyó en la lectura, a escribir y descubrir los conocimientos de este lugar adonde habito, no me enseñaron que
además de la bella geografía del lugar existían los pantanos, las serpientes, los animales que se alimentan de carroña, pero mi sombra pequeña a la que llamaban Mimi perturbaba a las sombras parientes.
– Es rara decían – Arrastra su silla todas las tardes hacia la puerta de calle y no juega con las otras sombras pequeñas, claro ellas no sabían que a Mimi la habían abusado con solo cinco años, solo se sentaba en la puerta de la sombra luz, disfrutaba viendo como otras
sombras discutían, algunas levantaban sus manos saludándose. Mi pequeña sombra crecía, entonces decidió abrir un agujero y buscar un escondite, pasó mucho tiempo angustiada, pensando que alguien podría descubrirla, pero existía una puerta secreta, levantó un muro de grueso concreto, con paredes recubiertas en corcho, edificó una casa con amplios salones e inmensos jardines con columnas de mármol y fuego ardiendo en madera inagotable, refugio
antiatómico, a prueba de desequilibrio mental, donde el silencio es tan temible que solo te deja huir en los sueños. Y crecí, comí, comí sin cesar, la comida era mala, comía bellos animales, aves inocentes,
raíces venenosas, tuve sed y tomé agua hasta casi morir ahogada.
Cuando me arrojaron aquí por largo tiempo me alimentaron, cuando las sombras luz se marcharon nadie me dijo como subsistir cuando
creciera.
Me robaron la inocencia, viví enferma por años tratando de procurarme alimentos. Una gran tormenta se desató durante años, azotó el lugar sin descanso, me tuve que refugiar y busqué el lugar más seguro; mi casa.
Tengo que terminar con mi letargo, me lo repetía sin cesar, que me entreguen a la corte de sombras jueces, ya había crecido y un nuevo intento de arrebatarme mi intimidad no lo iba a permitir, ya no podía con ese interminable purgatorio. Mientras pensaba en eso trataba de reparar los destrozos de la tormenta.
Llegan las sombras intrusas, me siento asustada, tuve descuidos, que pueden privarme del que cobró forma para siempre. La sorpresa fue tan grande que no me importó asomarme por la puerta entreabierta, la casa se llenó de vegetación, césped, plantas, flores de
todas las especies invadiendo la casa y mi territorio. Ahí estaba él, mi hombre de colores, se encendieron todos los amaneceres, y ese color se me hizo imprescindible.
Mi cansancio era una enfermedad donde ahogaba en silencio el placer de presentarme como una moribunda, pero a su lado la muerte era imposible, contradictoria, había descubierto un color entre las sombras!!!.
Aparecen de pronto los recuerdos, lo que pensaba estos últimos años, la naturaleza de las sombras, las relaciones que entablé con ellas. Como no lo noté? Yo soy la intrusa, la que tiene la peste de la imaginación, la música, la escritura, los libros, lesiones terribles,
signo de muerte irreversible, por eso las sombras me persiguen, me molestan, ellas tienen una disciplina inhumana. Soy yo o ellas? Tal vez sea un atributo paralelo en mundos diferentes o a la inversa,
con ojos para no ver, oídos para no escuchar, con idiomas idénticos pero distintas finalidades. Y si estoy muerta? No me disgusta la idea, en realidad los muertos siguen entre los vivos, cuesta la costumbre de
renunciar a ciertas cosas, sin embargo yo tengo pruebas de mi relación con las sombras, claro que en planos diferentes, todavía sobrevivo, no lograron descubrir mi refugio, perdí al hombre del color, pude sobreponerme a la repulsión que me producían las sombras, no me preocupan, vivo confortablemente en mi casa,
de vez en cuando me asomo a una de las puertas y veo como se agrupan las sombras con una indignación colectiva y reprimo mis emociones. Acosada por las terribles paredes que yo levanté me siento a esperar, y con los ojos nublados pido un último acto de piedad cerrando mis ojos. La frescura del aire me trajo un silencio interminable, como si las sombras hubieran desaparecido.
Mirta Noemí Lago
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