Dos hombres corren por un largo camino. Se pierden en la lejanía. Uno huye y el otro lo persigue. El primero es muy rápido, pero lo hace sin técnica alguna, mientras que el segundo parece que vuela. Da gusto verlo como su figura se mueve en el paisaje.
El primero piensa: "Qué manera de correr la de mi perseguidor". No podía dejarlo atrás y sentía sus pasos tras él.
El perseguidor pensó: "En cualquier momento se cansa, pero parece inofensivo, debe ser un ratero común'. No pensaba apurar el tranco, sino que parecía cómodo siguiendo a ese hombre maceteado haciendo esfuerzos porque no lo atraparan.
El primero, en tanto, abrió la cartera que llevaba entre las manos y comenzó a arrojar objetos.
El segundo observó cada objeto que era tirado por el camino, pero no hizo esfuerzo alguno por tomarlos.
El primero siguió extrayendo cosas desde la cartera. No se había dado cuenta de lo llena que estaba. En una rápida evaluación calculó que habían piezas de maquillaje, monedero, billetera, tijeras, boletas de cambio, pinzas, cigarros, fósforos, un teléfono, toalla higiénica, entre otros que apenas alcanzaba a apreciar.
El tema ya no parecía ser el bolso y su contenido, sino que la carrera misma la que se había automatizado.
Ambos seguían corriendo y de la bolsa caían objetos sobre la carretera. Alguien los iba recogiendo y guardando en una cartera.
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