Salió con vida de su casa a las quince horas de una tarde soleada. Nunca durmió ni una sola noche fuera de casa, era un ejemplo de padre y esposo. Sus hijos y su mujer lo adoraban, era un hombre sin tacha. A las cuarenta y ocho horas dieron aviso a las autoridades. No lo hicieron antes porque esas son las reglas de la justicia en Colombia. La familia y las autoridades lo buscaron por todas partes. Lo buscaron por mar y tierra. No lo buscaron en el cielo porque allá es imposible llegar estando vivo. Finalmente lo fueron a buscar en la morgue del HUV y ahí lo encontraron. Después de llenar infinidad de documentos les entregaron el cadáver para que le dieran cristiana sepultura.
Contrataron a casa de funerales la ERMITA, a la que asistieron todos sus familiares y amigos. Después de rezarlo y llorarlo lo sepultaron. El padre celebró una eucaristía en la capilla del campo santo en honor del muerto. Aprovechó la misa para exhortar a los asistentes al buen comportamiento en vida para tener otra vida perfecta en el más allá. Cuando el ataúd tocó el fondo de la fosa empezaron los canticos de despedida. Luego el panteonero agarró la pala y empezó a llenar la fosa de palada en palada de tierra. Los familiares y amigos empezaron a tirar flores a la tumba. Al final del ritual todos volvieron a sus casas. En su casa y en el alma de sus hijos y esposa se sentía el vacío que dejó. Después de tomar café en la salita y conversar por más de dos horas, se acostaron. Era mucho el cansancio y el dolor, de inmediato quedaron dormidos. De repente un hombre entró a la casa sin hacer ruido. La mujer pensó que un ladrón se había entrado, igual que sus hijos, quienes se armaron de dos escopetas. Las luces de la casa estaban apagadas, a excepción de una lámpara de la salita que iluminaba muy leve. El intruso caminaba en puntas para no ser descubierto. La mujer y sus hijos salieron a repeler al ladrón, con gran valor defendieron su territorio. Sin contemplaciones abrieron fuego, con la mala fortuna que mataron a su padre que había sido secuestrado y liberado después que los bandidos vaciaron sus cuentas bancarias pues lo obligaron a dar las claves de sus tarjetas débito.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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