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Empezaré por decir que estaba apurado. Cuando eso sucede tomo un taxi, es lo que hice y ahí estaba, dentro del carro. Eran dos sujetos un hombre y una mujer. Ahora me pregunto: ¿Por qué tomaría un taxi que tiene dos sujetos? El hombre manejaba, la mujer de copiloto y yo en el asiento trasero. Llegamos al centro comercial. El hombre mostró algo en el control, una tarjeta o algo así, pasamos. Había que pagar la carrera. Yo revisaba mi billetera y me encuentro con que tenía dos billetes: uno de cien y el otro de veinte. El precio de la carrera era diez o un número cercano. El billete de veinte estaba irreconocible de lo viejo. No sé por qué pensé que era de veinte, si lo veía medio azul y antiguo, como si fuese de moneda extranjera. No quería pagar con eso. Abrí mi billetera como para que vean que no tengo cómo pagar. Sólo tenía esos dos billetes y mis tarjetas. La mujer me dijo que no me preocupase, que podía ir a cambiar al banco y me esperaban. Pensé en dejar algo de valor en el carro para que vean que voy a regresar. Pero no tenía más que mi mochila y alguna otra tontería mía de la que no me quería despojar. Dejé que ella me guiara hasta el cajero electrónico. Ahí, algo me pareció sospechoso. Me dejó cerca y se fue. De pronto en la pantalla del cajero inició un juego de azar que prometía un premio. Casi me sentí obligado a jugar. No por el premio, sino por esa mala costumbre que tengo de querer parecer normal, de hacer las cosas porque es lo que una persona común y normal como todas, como yo, hace o haría normalmente. En el juego, había que presionar un botón cada cierto tiempo mientras corrían números. Me empecé a sentir más nervioso. Un tipo estaba sentado en la vereda muy cerca, mirando el juego. Otro estaba merodeando detrás, a mi izquierda. Yo antes había colocado mi celular y billetera en el bolsillo derecho, por precaución.

Al primer intento fallé. Mi atención no estaba en el juego, si no en lo de malo que me podía suceder. ¿Por qué simplemente no dejé el juego y me fuí? Fallé al segundo intento, mientras pensaba o sabía que al tercer intento algo iba a suceder en el juego, algo que realmente iba a distraerme de lo que pasaba a mi alrededor; por eso me esforcé especialmente en no mirar lo que sucedía en la pantalla, pero sin apartar, ni cerrar los ojos. Vista en la pantalla, atención al exterior. ¿Qué me importa ganar o perder un juego y que tenga o no premio cuando lo que importa es lo que me suceda a mí mismo? Al tercer intento el tipo de atrás tomó el celular que sobresalía de mi bolsillo. Pero logré cogerlo con mis manos en el momento justo antes de que se lo llevara.

Los tipos escaparon corriendo, se esfumaron. Entré al banco o a algún lugar con personas que cambian dinero. Cambié mi billete. Ya no recuerdo si el azul o el otro para pagarle a la pareja del taxi. Porque es lo que hay que hacer. Pero ellos debían estar en combinación con los ladrones. Así debía ser y así era, lo sabía. Entonces, ¿por qué les iba a pagar? Lo que hay que hacer es denunciar, contar lo que me ha pasado para que no le suceda a otros. No recuerdo sus caras, ni la marca y modelo del auto. Nunca recuerdo esas cosas que son importantes en estos casos. Y me iba a ir del centro comercial así nomás, sin denunciar. Pero ahora que lo pienso, hay cámaras, debe haberlas. En todos lo centros comerciales están. Así que lo voy a hacer. Aún tengo el corazón acelerado por el peligro que he corrido y más por la indignación, el odio hacia las personas que roban o dañan a los otros.

Y así desperté, agitado e indignado. Todo había sido un sueño. Ahora estoy escribiendo para denunciarlo, porque no puedo hacerlo dentro del sueño, pero, sobre todo, porque tampoco puedo denunciarlo en la vida real. No me importa decir que fue un sueño, que me crean o no. Quiero denunciarlo a pesar de que se burlen de mí y piensen que recurro al viejo recurso de decir que fue un sueño porque no sé cómo terminar este cuento. En este momento de indignación lo que menos me importa es escribir un cuento que sea como se espera. Malditos ladrones, maldito querer ser normal: ¡Ya déjenme en paz!

Texto agregado el 15-01-2021, y leído por 111 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-01-2021 Yo te acompaño con gusto a la comisaría para poner la denuncia. Faltaba más. ¿Para qué estamos los amigos? Felicitaciones por tus letras tan agradables de leer. -ZEPOL
 
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