No quiero el infame alivio del dolor ajeno,
ni la irracional culpa que provoca ese sentimiento.

No anhelo el placer de una serena purga,
grato placebo para afrontar este fatal momento.

No sé ni cómo enfrentar mi propio sentir,
dividido entre el dolor, la pena y el absentismo.

No estoy listo para vivir tan cruel pandemia,
para la incivil y silente muerte que nos cerca.

No deseo entender jamás esta altiva parca,
que cada día nos visita sin previa invitación.

No voy a acatar tan mortífera providencia,
que quiere justificar nuestra letal desgracia

No me voy a resignar a aceptar el destino,
que quiere dar sentido a esta insensatez.

No me atrevo a excitar mi errática alma,
forzada expiación para la terrible condena.

No voy a dejar de ser ese yo que celebró,
inducido por una global hipnosis virulenta.

No me turbaré con más perversas emociones,
desasosiego por una incomprendida causa.

No quiero más sufrir el impropio padecer,
penitencia para un pecado que no es mío.

No quiero la emoción del sentir más sentido,
no quiero más proféticas verdades reveladas,
ni quiero más maliciosas revelaciones.

Sólo quiero:
el íntimo sentimiento que serena mi alma,
la propia verdad que nutre mi esperanza,
el particular sueño que despierta el ánimo.