MI TIO ABDÓN
Amigos míos:
Voy a contarles una curiosa historia de un tío muy religioso. El anhelo de sus padres sobre todo de su mamá, la tía Chole, que, por ser el tercer varón, quería dedicarlo al servicio del Señor, por lo que le pusieron Abdón que significa el “siervo de Dios”.
Por lucha no quedó, desde pequeño la iglesia fue su segunda casa. Pero, de monaguillo se dio cuenta que las féminas tenían “un no sé qué”, y eso lo siguió toda su vida hasta los 80 años en que me contó su historia. Quiero aclarar que de joven era mujeriego a más no poder, por lo que ninguna dama quiso llegar al casorio, para no verse coronada con “chicos cuernotes”. Sin embargo, de viejo, le decían la cebolla por tener la cabeza blanca y el rabo verde.
—No creas sobrino —me dijo—que, aunque tuve muchos decires con mujeres de todas clases, sobre todo casadas, para no tener problemas de paternidad, Sabía que era pecado, adulterio, Así que rezaba y pecaba. Una cosa no está reñida con la otra, ¿sabes? Antes bien las dos se complementan: “el que peca y reza: empata”. Cada vez que salía del lecho del pecado, hacía que mi odalisca y yo rezáramos de desagravio.
—Tío, y cuál es la causa de tu actual tristeza —le dije al verlo todo acongojado.
—¡Ay Dios! A mi edad sólo queda el rezo. ¡Fíjate! Que le pedí al cielo la fuerza de mi juventud y en sueños se me concedió. ¡Qué cosa tan horrible!
—¿Por qué?
—Que te cuento, todos los amores de mi juventud se me aparecieron, pero, ya viejas. Un montón de brujas pavorosas. Y yo joven y bello, pero, corriendo para que no me alcanzaran, pues todas querían conmigo. Me desperté sudando y al borde del infarto.
—¿Y ahora?
—La ventaja es que ya se me quitó lo cachondo y juro por lo más sagrado que ya no vuelvo.
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