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DAVID EL SOÑADOR

El celular comenzó a sonar, pero no era una llamada entrante, sino la alarma que David tenía programada para levantarse cada día e ir a su trabajo. Ese día se levantó de manera inmediata, sin rastros de sueños como le ocurría a diario y comenzó con su rito matinal de costumbre, la mañana estaba fría, aunque el invierno ya se batía en retirada, de modo que encendió la estufa, luego el calefón y se encaminó al baño.
Tosió con fuerza, se sacó los mocos secos de la nariz y se puso a mear un líquido tibio, largo, tranquilo y rojo, mirando el cielo del baño que comenzaba a acumular algunos hongos producto de la nula ventilación natural del recinto, los vapores de la orina le llegaban tibios con cierto aroma dulzón de la ensalada de betarragas comidas el día anterior, luego veinte minutos de ducha con la clásica paja incluida, su placer culpable oculto, que sin embargo no le causaba mayor intranquilidad.
Después de un desayuno rápido, salió a la calle a esperar el bus que lo llevaría hasta su lugar de trabajo, salía siempre treinta minutos antes, para así abordar un bus con pocos pasajeros y asientos disponibles para dormir la media hora que recortaba a su sueño diario.
El trabajo de David, se prestaba a las mil maravillas para el otro placer- hobby que practicaba para hacer la vida más llevadera y agradable, puesto que se desempeñaba como junior en una oficina de abogados, pasaba la mayor parte del día en la calle donde desarrolló una muy eficaz manera de cruzar palabras con las muchas mujeres estupendas con que se cruzaba en el centro de la ciudad.
Esta táctica consistía en adelantarse una fracción de segundos a ciertos acontecimientos que por supuesto muchas veces eran provocados por él mismo.
¿Qué lo llevaba a poner en practica todas estas artimañas?
No buscaba sexo, eso lo tenía y muy bueno en su compañera
¿Una aventura? No, no estaba interesado en una aventura, su relación era demasiado entretenida e importante como para ponerla en riesgo por una calentura.
No, lo de David era una guevada mucho más simple e inocente, pero no por eso menos importante. Lo que le gustaba era arrancar una sonrisa cómplice, un chao a la pasada con un gesto de la mano, una cerrada de ojos coqueta, ese gesto que algunas mujeres hacen de manera tan natural sin enterarse de la tremenda cagada que dejan a su paso. Ese era el máximo premio que buscaba en cada estrategia puesta en marcha, era su modo de vivir, enamorado de todas las mujeres del mundo y cuando lo conseguía se iba feliz, cagado de la risa pensando – aún estoy vigente –
Cierto día su jefe lo envió a comprar unos pasajes aéreos (la historia transcurre en los años ochenta, para que nadie objete el hecho de ir a comprar pasajes de manera presencial…sigo, por favor sin más interrupciones).
Bien, iba tranquilo por el centro de la ciudad cuando se cruzó con una “mina” que, según su clasificación muy particular, se ubicaba en el grupo de las “súper ricas”.
Esto merece una explicación para mayor comprensión de estas categorías.
Existen en el mundo de David y de otros muchos como él un universo de los weones y otro de las minas, para los efectos de este relato, solo importa el universo de las minas, por lo tanto, los weones quedarán fuera de la explicación.
MINA…cualquier especie femenina del género humano, que no tenga más de treinta y cinco años
VIEJA... Cualquier mujer mayor de treinta y cinco y que no tiene ningún atractivo
VIEJA RICA…Cualquier mujer mayor de treinta y cinco y que sea atractiva
MINA GÜENA…Mujer menor de treinta y cinco de cara nada agraciada pero con buen físico.
MINA RICA…Mujer flaca con poquito de todo, poco culo, pocas tetas pero linda de cara
MKINA SUPER RICA…Mujer flaca, buen físico, linda de cara, ¡pero además es capaz de sostener la mirada cuando se la mira y hasta lanza un natural…hola!!!
Bueno, cuando la vio pasar, con esa naturalidad que solo tienen algunas en este mundo, como dueña de todo sin enterarse siquiera de que él existía y que en realidad nadie existía a su altura ni en su dimensión David, no pudo dejar de acordarse de Augusto Pérez, el personaje de Miguel de Unamuno en la novela Niebla, ese extraño y original personaje cuando conoció a Eugenia Domingo del Arce.
Así fue como partió tras ella, sufriendo y deleitándose con ese caminar de gacela con esos pasos de diosa como flotando a cinco centímetros del suelo, con su cabellera al viento, con ese cimbrar de su cuerpo perfecto, David experimentaba una sensación de gozo infinito mezclado con cierto dolorcito en el pecho, se olvidó de todo, tal como le ocurrió a Augusto Pérez, se pasó gran parte de la mañana siguiendo a la chica, pensando en cómo poner en practica la estrategia de cruzar al menos unas palabras con ella y se la suerte y los astros estaban alineados, compartir un café y deleitarse con su sonrisa de ángel.
Se le borró todo, se durmió despierto y cuando volvió a la realidad eran como las tres de la tarde, no compró los pasajes para su jefe y no sabía dónde crestas estaba ni como chucha había llegado hasta ahí atravesando calles y avenidas sin que lo atropellaran.
Ahora sentado en un banco del parque rememora ese episodio, está desempleado porque por supuesto lo despidieron por soñador y aún no encuentra la explicación para seguir vivo.
Se levantó del asiento cuando vio pasar otra diosa y se fue tras ella.

Texto agregado el 10-01-2021, y leído por 73 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-01-2021 David es un excelente candidato para vigilante nocturno. Y tú, un seguro habitante de las marquesinas luminosas del éxito. 5* -ZEPOL
 
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